Exigente prueba de mountain bike en la ribera del Alto Alberche, sobre un manto de hojas de roble, un continuo murmullo de agua, piedras, subidas duras, bajadas en veredas estrechas y con una participación de auténtico lujo. Si no tienes el carnet de ciclista de montaña, en Navaluenga te puedes examinar.
Tanto física, como técnicamente, el recorrido tenía elementos y dificultades suficientes para exigirnos lo mejor de nosotros mismos al realizarlo. Francisco Mancebo y sus vecinos prepararon una etapa exenta de aburrimiento.
Subidas infernales, con firme de piedras, con duras rampas o con una intensa continuidad. Bajadas complicadas, técnicas, estrechas, húmedas y con obstáculos. No hubo un momento para relajarnos o recuperar el aliento.
El día de la Lotería puede vivirse de muchas maneras. Algunos pasan la mañana pegados a algún medio de comunicación esperando unos números que te pueden resolver o complicar la vida. Otros –reconozco que los menos– pensamos que la meteorología iba a ser benevolente e ideamos hacer algo diferente, pero que nos apasiona.
Los 180 participantes agradecimos que el día fuera soleado. En esta ocasión, había quedado con José Manuel Cuenca y con Lute Anguita –este último es de la liga de las estrellas, va muy rápido– para realizar la prueba. Y a última hora se apuntó mi amigo Simpli para hacernos las fotos.
Gracias. Porque ellos me facilitan, me ayudan y me acompañan, que no es poco. Y a las 10:00 horas del 22 de diciembre nos presentamos en Navaluenga (Ávila). Localidad bañada por el río Alberche y cola del embalse del Burguillo.
En el viaje ya pudimos disfrutar del bonito paisaje de la zona. Una vez que abandonas San Martín de Valdeiglesias, comienzas a subir y la carretera siempre discurre paralela al río Alberche y al embalse.
Dejas El Tiemblo a la izquierda –muy recomendable recorrer en bici su castañar– y, cuando pasas el puente de La Gaznata, inicias una ascensión continua hacia El Barraco (Puerto de La Paramera) pero antes debemos girar a la izquierda para seguir paralelos al embalse con sinuosas curvas entre pinares.
Terminas el pinar y, atravesando una larga recta paralela a una dehesa con grandes nidos de cigüeñas, llegas al pueblo. Localizamos a Carlos Grande, del C.D. Francisco Mancebo, para que nos indicara cómo iba a ser la prueba. Le encontramos lesionado por una caída reconociendo el circuito y, tras las presentaciones, saludos, risas, charlas –contamos siempre las mismas mentiras: que apenas hemos entrenado, que apenas hemos descansado y demás cuentos–; preparamos las bicis, nos pusimos el dorsal y, con un pequeño homenaje por los ciclistas fallecidos en accidentes de tráfico, a las 11:00 dieron la salida.
Atravesando el casco urbano y el puente del río, iniciamos la ruta en dirección a Burgohondo, paralelos al margen derecho del río Alberche. La primera dificultad es la subida a Las Gorroneras, un camino pedregoso de suave pendiente.
Tras coronar, bajamos en dirección de nuevo a Navaluenga. Allí, en cuanto llegamos al puente del río, giro a la derecha y comenzamos la ascensión a La Pirámide con unas rampas muy empinadas que nos hicieron retorcernos bajo la atenta mirada y grandes ánimos del público. La cercanía al casco urbano hizo que la gran mayoría de la gente se concentrara en esa zona y la verdad es que ver las rampas entre un pasillo de personas gritando y jaleando es de las mejores sensaciones que se pueden tener cuando te enfrentas a semejante reto.
Una vez superada la subida, iniciamos un leve descenso por unas veredas estrechas y, tras cruzar la garganta de Aguas Claras –con agua corriendo–, bajamos por un camino forrado por un lecho de hojas de roble hasta coger de nuevo una pista que nos iniciaba en la última ascensión. La subida de la Romería es una pista de tierra con el trazado de una carretera de puerto de montaña que conduce hacía la Ermita de la Virgen del Espino.
Es larga y con una pendiente suave, pero constante, que nos hizo alcanzar una considerable altura, desde la cual disfrutamos de las mejores vistas del valle. Podíamos ver perfectamente todos los cascos urbanos de los pueblos de alrededor. Al frente, San Juan de la Nava y El Barraco. A la izquierda, Burgohondo y Navatalgordo. Y a nuestros pies, Navaluenga. Incluso, mirando de derecha a izquierda, intuyes los puertos de la Parameda, Navalmoral, Navalacruz, Serranillos y Mijares. Un auténtico paraíso para los sentidos, y en especial, para todos los que disfrutamos del deporte y la sierra.
Nos quedamos a 150 m de la Ermita para abandonar la pista y descender por La Lobera. Vereda estrecha y con muchas piedras, cubierta por un bosque húmedo de robles, que en esta época del año nos permite rodar sobre un gran lecho de hojas secas. Las sensaciones –colores y texturas– bajo la sombra de la arboleda son realmente especiales. Los musgos verdes, las rocas húmedas brillando, la gama de colores de las hojas (pardos, verdes, amarillos…), el sonido del agua corriendo y el ruido de nuestras ruedas aplastando las hojas a gran velocidad nos proporcionaron un momento inolvidable.
Una vez terminado el complicado descenso, atravesamos la Garganta de Muñogrande –a pie, porque llevaba mucho caudal–, planeamos por las pistas que nos conducirían de nuevo a Navaluenga y a la meta de la prueba. En la entrega de trofeos, estuvimos charlando sobre el sensacional recorrido, el bonito ingrediente de la asistencia del público en la subida complicada y las dificultades que entraña organizar un evento de estas características.
Por todo eso, agradecer a todos los patrocinadores y colaboradores de la prueba su inestimable ayuda. Al Exmo. Ayuntamiento de Navaluenga, su implicación. Y, por supuesto, a todos los socios integrantes del Club Navaluenga MTB que han trabajado antes, durante y después de la marcha. En especial, a Carlos Grande –me has facilitado mucho mi trabajo–, a Juan Antonio, su presidente –te mereces la placa que te entregaron–, y a Paco Mancebo, vencedor y alma de la prueba –tu ilusión por montar y competir en bici es envidiable–.
Anotad esta prueba en vuestro calendario, no podéis faltar en la próxima edición. No os defraudará y os iréis a casa encantados de disfrutar de la bici, de un recorrido exigente y, además, hacerlo en un bello paraje del Alto Alberche. Y luego, para recuperarnos del esfuerzo, visitamos La Galería de Rosa. Un restaurante familiar, donde la calidad del trato y de las viandas es superior. Gracias a Viole y a Jesús, mis amigos, por la agradable comida.
Nos vemos por los caminos.
Fotos: Simpli