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El cuento húmedo de Navidad

Quien más o quien menos ha tenido algún sueño húmedo, y no pienses mal, hablo de cosas serias, pero que son realmente placenteras.

Ella la miró. Notó en su presencia algo llamativo que la hizo girar el cuello mientras seguía caminando, igual que si estuviese tomando una fotografía panorámica con su teléfono móvil.

Vio en ella colores, algunos vivos, sobre todo el rojo. Tenía otros incluso más llamativos, detalles amarillos y dorados, aunque el negro predominaba de arriba a abajo.

Se a veía esbelta, pero a la vez tan fuerte…, como si alguien la hubiese diseñado para flotar en el aire pero resistir cualquier gran fuerza de la naturaleza.

Siguió caminando. Sabía que se volvería a cruzar con ella tarde o temprano. Era cuestión de tiempo.

En realidad no sabía si lo que había visto era lo que llevaba media vida buscando o quizás había sido solo un flechazo caprichoso.

Pero en su interior se encontraba la respuesta, solo debía darse un poco de tiempo y pararse a pensar en la oscuridad. Allí seguro la encontraría.

Era a ella la que quería tener entre sus piernas

Aquella noche irremediablemente soñó con ella. No fue una pesadilla, pero si un sueño algo angustioso.

La deseaba, quería volver a verla, tocarla con sus manos, cuidarla, abrazarla y tenerla entre sus piernas.

Su apariencia en realidad no le importaba, podía ser de cualquier color mientras mantuviese las proporciones adecuadas y le hiciese sentir siempre lo mismo que aquella tarde cunado la vio a través del cristal.

Durante horas pensó en salir a la calle y ponerse a caminar hasta llegar al lugar del fugaz encuentro. Solo había un problema.

El dinero no era un problema para ella, pero nunca había pagado tal suma por un simple capricho, un pasatiempo. La quería suya.

Se le ocurrió buscarla por internet, al menos una con las mismas características, seguro que encontraba alguna un poco mas económica.

De repente allí estaba, no era idéntica pero se le parecía mucho. Un par de cambios y estaba segura de que volvería a sentir lo mismo, al menos lo intuía.

¿Y el precio?

El precio era sin duda lo mejor, y mientras las comparaba en su mente, se dio cuenta de que incluso esta, al menos como era físicamente, le atraía aún más.

La mitad de precio y mejor material, hasta parecía mas joven.

Estaba anunciada en un portal de compraventa, el nombre de este es lo de menos.

El anuncio era reciente, apenas unos días y también parecía de confianza.

Tanta era la intensidad del momento que contactó de inmediato, estaba dispuesta a pagar por adelantado si hiciese falta. No podía esperar más.

Cual fue su sorpresa que respondieron al instante, cosa que no es muy común en estos días.

El corazón le latía con intensidad, no podía dejar escapar la ocasión. Eran muchos meses, incluso años deseándola. La sentía tan cerca.

Estaba disponible, y sí, el precio incluía el resto de gastos. Solo debía pagar y dar su dirección.

Mientras hablaba con el vendedor indagó por la red en busca de información del mismo. Efectivamente, parecía de confianza, no era la primera que vendía y era imposible falsificar los detalles de las otras ventas.

Tras cerrar el acuerdo por teléfono, se decidió a enviar el dinero. Con Paypal y la tarjeta de crédito combinadas no debería tener problema si la cosa se torciese.

Y así lo hizo. Ahora solo quedaba esperar a que llegase el paquete con la empresa de transportes. Serían solo unos 3 o 5 días, puede que cuatro.

Ya había pensado qué podía cambiarle para dejarla prácticamente igual la que vio inicialmente, y ocupó la espera en encontrar lo que necesitaba.

El día llegó

Por fin llegó el día, o eso decía el número de seguimiento del envío.

Sonó el timbre, y allí estaba, oculta entre cartones, como una pobre vagabunda pero con el glamour de una estrella de rock.

La abrió con cuidado pero con decisión. Su ansia por montarla por primera vez iba creciendo.

Tras quitar el papel de burbujas, pudo apreciar que se encontraba en mejor estado del que pensaba, con algunas partes incluso sin haber sido estrenadas.

Le puso un poco de aire a las suspensiones y las ruedas, la ajustó a su gusto y revisó toda la tornillería, era el momento de ver si aquella máquina era la que buscaba, la que deseaba, la que calmaría su sed de kilómetros, la que le haría descubrir y ver paisajes espectacular, de vivir y sentir experiencias únicas, incluso de hacerla mejor persona.

Abrió la puerta de su casa, se ajustó el casco y las gafas, se puso los guantes, ya había sentido su calor mientras la revisaba, se sentó en en el sillín, y dio la primera pedalada.

El resto es historia. Las cosas ya nunca volverían a ser las mismas, serían mucho mejores.

PD. No, no era una bicicleta eléctrica. Esa será la próxima amante cuando el fuego se vaya apagando.