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Vídeo Euskadi Extrem 2019, una odisea sin final en bicicleta de montaña

Desde que en el año 2012 nos animáramos a tomar parte con nuestras bicicletas de montaña en la IV edición, los Hellbikers siempre hemos sido fieles a la cita de la Euskadi Extrem.

Desde sus inicios en el año 2009 hasta la 5ª edición, la Euskadi Extrem se presentó como una prueba de dos días, pero en el año 2014 cambiaron el formato y la redujeron a un único día, atrayendo a ese público que siempre había querido catar lo que se siente al correr como un «Pro», pero que no lo había hecho con anterioridad, por no verse capaz de afrontar dos días de prueba extrema.

El formato de un día se mantuvo hasta el año 2017, siendo el 2018 un año de parón en el que no pudimos contar con la Euskadi Extrem en el calendario BTT… algo se andaba cociendo de nuevo.

Después de mucha reflexión y escuchar las peticiones del gran público, los responsables de la prueba nos han ofrecido nuevamente la Euskadi Extrem en su formato original de dos días, pero dando la oportunidad de apuntarse únicamente al primero.

Volviendo a la 10ª edición, la Euskadi Extrem marcó un recorrido que nos llevaría desde la capital vasca de Vitoria-Gasteiz hasta la bonita localidad de Labastida, un recorrido que en principio, con sus 100km y 2000mD+, no se presentaba demasiado exigente.

La organización no quiso adelantar la hora de salida, prevista para las once de la mañana

Cuando se hizo público el track, lo analizamos y, salvo por tres ascensos en concreto, el terreno era bastante rodador y sin mucha complicación técnica, pero el anuncio de altas temperaturas y la escasez de vegetación y sombras de la zona sí que hizo que saltasen las alarmas, sobre todo teniendo la hora de inicio de la prueba a las 11:00 am y con únicamente dos avituallamientos en ruta.

La organización decidió sostener los planes originales manteniendo la hora de salida, no añadiendo ningún otro avituallamiento líquido pero si dándonos la recomendación de ir haciendo uso de las múltiples fuentes que había durante la ruta y nosotros, en pleno uso de nuestras facultades, aceptamos.

Después de recoger los dorsales, pasar por el control de firmas y finalizado el Aurrezku, con unas temperaturas que rondaban los 30ºC, se dio inicio a la 10ª Euskadi Extrem.

Los primeros 10 kilómetros, más concretamente hasta llegar a Foronda, fueron neutralizados, por lo que el pelotón no se estiró lo suficiente y en el km 14, cuando entramos en la primera subida técnica, se produjo un tremendo atasco.

Estos incidentes suelen ser habituales en las pruebas con un volumen alto de participantes al llegar demasiado pronto a un paso técnico.

A nosotros nos sirvió para reunificarnos, saludar a mucha gente conocida y, cómo no, para hacer un poco el ganso, que al fin y al cabo habíamos venido a divertirnos.

Superado el embudo, al agarrar la pista que subía al Aiurdin y después al Armikelo, la cosa cambió.

Conocedores de la zona, nos pusimos en modo «ECO» y fuimos ganando metros de desnivel y quitando kilómetros de manera muy conservadora, ya que Lorenzo nos estaba sacudiendo bastante.

Alcanzado el punto más alto de toda la jornada, los 880m del Armikelo, llegó el momento de disfrutar de las elegantes y rápidas bajadas de lastras de piedra típicas de la zona de Badaia.

Algo no iba bien en la bicicleta e iba dando más botes de los habituales, así que cuando me paré para modificar el rebote de la Oiz vi que ¡había perdido la pieza que lo regula!

Casualidades de la vida, en nuestro Club tenemos un compañero que es médico y gracias a su ojo clínico pudimos encontrar la pieza y suavizar un poco el rebote de la suspensión.

La primera fuente indicada por la organización estaba en la zona de Hueto Arriba, pero el chorrito era tan débil que nos adelantamos hasta la siguiente que no estaba indicada, pero sabíamos de su existencia.

El chorro era consistente y pudo dar servicio a todos los bikers que decidieron seguirnos hasta allí.

En nuestro grupo venía un compañero que sufre de diabetes y andaba algo flojillo, y con el calor parecía que no conseguía terminar de subir el azúcar, así que bajamos el ritmo y nos colocamos en medio del grupo para no perderlo de vista en ningún momento.

En el kilómetro 43, Trespuentes, paramos en el primer punto de avituallamiento. Después de parar un poco, comer fruta y refrescarnos, parece que el compañero se encontraba mejor, así que seguimos en formación hasta la Puebla de Arganzón, donde rehicimos filas y dividimos el grupo inicial en dos, dejando al compañero diabético en el grupo donde iba nuestro compañero médico.

El corte estaba previsto a las 18:00 y debido a los incidentes con el calor ya íbamos justos, así que mi compañero y yo decidimos apretar un pelín el ritmo para asegurar que entrábamos a tiempo.

El siguiente punto complicado de la jornada vendría en el kilómetro 60, donde debíamos superar el estrecho sendero de subida hacia la Ermita de San Formerio.

En este punto ya empezamos a ver los primeros afectados reales por el calor y algunas personas que decidían darse la vuelta y abandonar la prueba.

Ante ese panorama, decidí bajar el ritmo nuevamente y afrontar las palas más exigentes andando, ya que no era plan de gastar balas en balde.

Superado el ascenso, bajamos por un sendero más roto de lo que recordaba y recuperamos fuerzas en el tramo de descenso hasta Berantevilla (km73), donde se encontraba el siguiente avituallamiento.

Comimos pasta, bebimos, rellenamos los botes y cuando estaba saliendo del pueblo…tuve que volver. ¡Me había olvidado el casco en la mesa!

Se llegaron a registrar temperaturas de hasta 42º C

Bien pertrechados y con la equipación íntegra, fuimos a por el verdadero reto de la jornada, el Alto Portilla. Se trata de una subida de unos 7km por una pista de grava, parapetada en los laterales por vegetación, pero totalmente abierta a la solana que nos estaba machacando.

Ese día, la subida se convirtió en un auténtico penar, donde llegamos a registrar 42ºC, sin una brizna de aire y casi sin sombras donde refugiarnos del sol.

Impresionaba ver a gente que se caía de la bici por estar totalmente tostados y al borde del golpe de calor, por lo que más de uno decidió darse la vuelta y terminar la aventura de la Euskadi Extrem en ese punto.

Al paso de algunas zonas, la gente se apiadaba de nosotros y nos regaba con las mangueras, pero no sé si eso al final nos perjudicó más que ayudó, ya que nos íbamos cociendo en nuestro propio jugo.

Hay que tener en cuenta que la semana anterior habíamos corrido la Orbea Gran Fondo con unas temperaturas de 11ºC, con lluvia e incluso granizo en algún puerto, por lo que no estábamos aclimatados ni preparados para lo que se nos estaba viniendo encima, así que me puse en modo «Ultra-Eco» y el compañero que venía conmigo, por miedo a no llegar al corte, siguió rodando a su ritmo.

La hora de corte prevista para las 18h se amplió en una hora debido a los muchos abandonos por el calor

Tostado como si me hubieran pasado por la parrilla, llegué a Salinillas de Buradón, cruzando el control de tiempo 8 minutos después de las 18:00.

Nos informaron que habían decidido ampliarlo una hora, así que fue posible seguir. Allí me junte con Txabo (Harresian Zulo), un amigo ciclista perteneciente al grupo Euskadi en BTT.

Nos refrescamos muñecas y nuca en el pilón, rellenamos agua y salimos a por el tramo final de la Euskadi Extrem: 4km cuesta arriba y 9 de bajada (gracias Ixaka).

Con más pena que gloria y junto a unas bicis de la organización, superamos los 200mD+ que acumulaban esos 4km de subida y nos dejamos caer hacia la meta situada en Labastida.

Parecía que todo estaba hecho, pero cuando nos quedaban 1.4km cuesta abajo comencé con unas dificultades respiratorias muy serias. No me entraba aire en los pulmones, por lo que me tumbé en el suelo y cuando Txabo iba a avisar a los servicios de socorro, apareció un chico con una bici de la organización y lo hizo él mismo.

Al de poco aparecieron unas motos, también de la organización y, pese a que él no quería, le mandé a mi compañero hacia meta.

Yo ya estaba atendido por la organización y él debía terminar su prueba. Además, únicamente le quedaban un par de minutos para llegar a meta.

Se me llegó incluso a pasar por la cabeza:«Raúl, hasta aquí has llegado. Así es como muere la gente en una prueba»

Yo seguía con problemas respiratorios y de repente me vinieron unos terribles calambres. Tobillos, gemelos, cuádriceps…¡aquello era insoportable!

Se me acalambraban todas las zonas a la vez, por lo que era muy complicado pararlos.

Uno de los chicos de la moto empezó a preocuparse en serio, ya que no podía respirar, me retorcía como una culebra a la que le han cortado la cabeza… y allí no aparecía nadie, así que él volvió a avisar por teléfono.

Al de un rato, apareció el segundo grupo que habíamos dejado en la Puebla de Arganzón, quienes al verme, pararon inmediatamente a socorrerme.

Al ver que en el grupo venía nuestro compañero médico, me relajé un poco. Le comenté que me pasaba, que síntomas tenía y me puso en posición lateral de seguridad.

Cuando los calambres me comenzaron a afectar a la mano izquierda y a la boca, se me llegó incluso a pasar por la cabeza: «Raúl, hasta aquí has llegado. Así es como muere la gente en una prueba». Os aseguro que si no llego a estar tan deshidratado, incluso hubiera llorado.

Entre tarantantan y tarantantan, estaba bien, por lo que aprovechaba a grabar la situación y tratar de quitarle hierro al asunto, ya que al fin y al cabo, estamos ahí para documentarlo todo.

Había pasado más de 1h30m cuando por fin apareció alguien que parecía saber de qué iba aquello y vino un vehículo 4×4 de ayuda.

Después de tanto tiempo con los terribles calambres, falta de oxigeno y estrés, a duras penas me consiguieron meter en el asiento trasero del vehículo y me bajaron a Labastida, donde me trasladaron en ambulancia al servicio de urgencias de la Clínica de San José, en Vitoria-Gasteiz.

Nada más llegar, me enchufaron suero y los calambres comenzaron a aflojar un poco, pero no pude evitar soltar una vomitona de unos 3 o 4 litros de líquido, lo que al menos me sirvió para convencerles de que sí había estado bebiendo.

Deshidratación severa con una insuficiencia renal con afectación al hígado y una destrucción muscular

Los resultados de la analítica que me hicieron les asustó tanto, que me tuvieron una noche en la UCI, hasta que una nueva analítica les aseguró que no iba a palmarla.

Una vez en planta, me dijeron que había entrado muy al límite, con una deshidratación tal que había producido una insuficiencia renal con afectación al hígado y una destrucción muscular.

Después de unas 10 bolsas de suero, varios litros de agua y muy buen humor, decidieron darme el alta en la clínica, ya que mi analítica se había estabilizado. El médico me recomendó tomarme las cosas con calma durante una temporada.

Ahora mismo me encuentro en otro reto casi más duro que la prueba en sí, el de pelear con los seguros, ya que nadie parece querer hacerse cargo del gasto ocasionado por el ingreso en la clínica. Los casi 1900€, de momento, los he tenido que abonar yo.

El seguro de la prueba se agarra a mi enfermedad previa, esclerosis, pero nunca había tenido este problema ni con un seguro ni con dicha enfermedad.

Parece que la 10ª Euskadi Extrem todavía no ha terminado para mí, así que os mantendré informados.