Y nos fuimos todos de puente. Pero algunos, claro, acompañados de nuestra inseparable bici. Mientras unos se iban a la cama después de una larga noche, un grupo numeroso de bikers, ansiosos de asumir nuevos retos, madrugamos para acudir a El Carpio de Tajo (Toledo).
Y en esta bonita localidad de la ribera del Tajo, el domingo 14 de octubre, los amigos del club MTB Carpio nos tenían preparada una prueba con dos recorridos (A: 61 km y B: 51 km). Y nos prometían diversión, intensidad, rampas increíbles, subidas y bajadas. Y todo ello, junto al río Tajo y los Montes de Toledo.
Después de la incertidumbre meteorológica de los días previos, amaneció claro, fresco y con ligera brisa. Un buen día de otoño, sin más. Perfecto para disfrutar de la bici, de nuestros compañeros y del recorrido de la prueba.
En esta ocasión, me acompañó José Manuel Cuenca (compañero de equipo cuando éramos juveniles y Campeón de Madrid Juvenil en el año 1986), que está volviendo a iniciarse con la bici después de unos años atendiendo las labores profesionales y familiares.
Llegamos pronto (somos de puntualidad y programación enfermizas), cuando los organizadores aún estaban ultimando detalles de la que iba a ser la salida y la llegada. Preguntamos por Alberto Ahijado y por Jesús Villalba, pero estaban ultimando detalles: hinchando el arco de meta y colocando pancartas; y nos atendió amablemente el hermano de Alberto, José Antonio Ahijado. Nos entregaron nuestros dorsales y nos fuimos a preparar las bicis y a terminar de equiparnos.
Enseguida, contactamos con Miguel Ángel Carrasquilla, quien, cámara en mano, estaba inmortalizando el evento. Muy amable y dispuesto, nos explicó cómo iba a ser la prueba, las subidas y el resto de las zonas del recorrido, y nos ofreció su colaboración y sus fotos para esta crónica.
Fresco antes de salir (en la plaza del ayuntamiento, el sol tarda un poco en calentar), y tras el homenaje a Yago Sardina (campeón del Open de España de Maratón MTB) y de hacer unas fotos con la gente del club local, arrancamos los 356 participantes.
De salida, y como siempre, fuerte ritmo hasta que cada uno nos colocamos en nuestro vagón. A José lo notaba con ganas. Me pegó una pasada bajando importante y me costó coger de nuevo a su grupo. Luego, se “tensó la cuerda” aún más y el compacto bloque de salida fue perdiendo unidades y sembrando un reguero de bikers por los caminos.
Y en una grupeta de pocas unidades, iniciamos la ascensión a la primera dificultad del día. Nos esperaba el Alto de Quintanilla. Entre un bosque de alcornoques, afrontamos la subida y dejé de sentir la presencia de mi compañero de viaje. Pero yo me sentía con ganas de esforzarme y allí me puse, “a exprimir el limón”.
Después de coronar, el primer avituallamiento estaba muy cerca, así que, como acostumbro, mucho plátano y bebida isotónica. Había desayunado muy pronto y, con los primeros esfuerzos, se me abrió el apetito.
Fuimos por la zona alta del perfil unos kilómetros y yo, disfrutando de las condiciones ruteras de mi ORBEA ALMA 29”. Sensacional en pistas e insuperable bajando. Cada vez, me siento más integrado y cómodo en ella. Es un auténtico misil.
Después de una larga bajada, nos dirigimos hacia la subida de la Cruz de Goro. Un camino con mucha piedra suelta, empinado, con una pendiente constante y que, al menos a mí, me hizo mucha mella.
En pistas de arcilla roja, con olivos a nuestros lados, llegamos al siguiente avituallamiento (que yo apenas utilicé) y seguí con la grupeta que iba, que tampoco paró a reponer líquido y alimentos.
Afrontamos la subida de Valdelaosa e iniciamos una continua bajada, buscando el nivel del río, donde salvamos cantos rodados de todo tipo y condición, y tuvimos que superar una de las zonas más técnicas de la prueba. Bordeamos la central hidroeléctrica y, tras subir a Los Aguileros, nos acercábamos de nuevo al pueblo de donde habíamos partido.
Noté una gran sensación de alivio en cuanto empecé a ver señales del casco urbano (iba un poco despistado de datos sin mi Garmin), pero lo que no me esperaba eran las rampas de Valdelobos. Mi primer pensamiento, al mirar al horizonte, fue: ¿Hasta allí hay que subir?
Impresionante la pendiente. Mucha gente con el pie a tierra. La senda, estrecha, con dificultad para recorrerla. Piedras en la empinada bajada. La zona más complicada, sin ninguna duda.
Y cuando empecé a cambiar de cara, fue al ver la señal de 3 km para la llegada. El cansancio era ya notable; las emociones vividas, muy intensas, y apetecía buscar algo con más tranquilidad. Rampón hasta meta y, en la llegada, el aplauso del numeroso público, regalos y refrescos y una ruta más terminada.
A cambiarse y a disfrutar de unas migas y unas merecidas cervezas mientras terminan de llegar más y más participantes y en el pódium empiezan a entregar los trofeos de las distintas categorías.
A destacar, la perfecta señalización. Impecable. No cabía duda alguna de por dónde transcurría la ruta. Gran esfuerzo, por la dificultad que conlleva y por la distancia a cubrir.
De admirar, la colaboración de los habitantes y la sobresaliente actuación del gran número de voluntarios que participan en la prueba.
Agradecer a las administraciones públicas su participación, en especial a la corporación local y, por supuesto, a los organizadores, que hacen un sensacional trabajo y crean un ambiente ideal para que todos podamos disfrutar de una agradable jornada de mtb en estado puro.
No dejéis de venir el año que viene. Merece la pena. La prueba no os defraudará.
Nos vemos por los caminos.