Pensar, hoy en día, es algo tedioso que cansa, y más cuando el problema no es principalmente tuyo y es otra persona quien te planeta cualquier cuestión o duda, la cual encima sabes que nunca tendrás que vivirla en tus carnes.
Para poder ver esa otra realidad paralela a la tuya que alguien te pone delante, ya sea verbalmente o en texto como es la ocasión, seguramente deberás detenerte durante varios minutos para primero digerir la cuestión, y más tarde, si llegas a comprenderla, al menos la idea principal, poder opinar al respecto.
Seguramente en psicología, este tipo de «problema mental«, que cansa y crea ansiedad tan solo de saber que debemos ponernos a pensar algo en profundidad, esté catalogado y estudiado, pero no perderemos mucho más tiempo en ello. Vamos al grano.
Si te mareas, sientes nauseas o incluso deseas comenzar a golpear cosas, deja de leer inmediatamente
Pongámonos en un supuesto (uff, ya me entran los sudores fríos).
Digamos que Jacinto José, un cuarentón segoviano que trabaja como administrativo en una gran aseguradora, con un contrato laboral de 35 horas semanales, repartidas de lunes a viernes, y por el que cobra unos 1.400 euros más dietas mensuales, se levanta cada mañana a las 07:45.
A esa hora, la oscuridad de la noche ya ha dado paso a las primeras luces del día en las calles de Madrid, porqué Jacinto José vive en la capital del reino de España, y el murmullo del viento masajeando los pocos árboles que emergen de aceras y parques, va mutando a un murmullo de motores, gritos y otros ruidos urbanitas.
El trayecto que recorre con su coche a diario durante cinco días a la semana, tanto de ida como de vuelta (a veces a la vuelta se entretiene, pero tampoco vamos a entrar en más detalles más personales), es de unos 13 kilómetros, total ida y vuelta.
Para ser exactos, cuando va de casa al trabajo y del trabajo a casa, sin pararse más que en los semáforos y predecibles atascos, realiza 6,1 km de vuelta y 6,7 km de vuelta.
Ahora mismo seguramente te estés preguntando porqué hace más kilómetros cuando vuelve. Sencillo, muchas carreteras no son «reversibles» o «paralelas». No tengo la mente para buscar algún adjetivo mejor, así que dejémoslo como que, tiene que volver por otra carretera distinta.
Jacinto José posee la suerte de poder meter su negro Nissan Micra compacto, aunque con cinco puertas, y con motor diésel y 140 CV, dentro del garaje que las oficinas de la correduría de seguros posee en la planta sótano del mismo edificio.
Por lo tanto, no pierde tiempo buscando aparcamiento.
Jacinto está contento con ello. El trabajo no le pilla lejos, se levanta a una hora razonable, cobra un sueldo que le llega, y salvo algún día con lluvia o demasiados coches que pilla un pequeño atasco en la M-30, tarda menos de 20 minutos de casa al trabajo y viceversa.
¿Porqué querría Jacinto José cambiar las llaves de su coche por una bicicleta eléctrica durante una semana?
Ahora quizás es cuando muchos desistan de seguir leyendo, pues plantearé un universo paralelo a la realidad de Jacinto José, aunque sin necesidad de realizar ningún viaje espacial o realizar ninguna sesión de hipnosis profunda.
Jacinto José llegó el lunes a la oficina tras un magnifico fin de semana. Sábado, comida con los colegas que se alargó más de la cuenta como es costumbre, alargamiento motivado por el partido de su equipo favorito, y Domingo de nuevo comilona en la sierra con «los otros amigos» y una pequeña caminata para llegar hasta la nieve.
Esta aún es la realidad verdadera, la real, pero el lunes a las 8:30 de la mañana, hora de fichar en la oficina, a Jacinto José se le planteará una nueva situación, para la que ni estaba preparado, ni tampoco esperaba que ocurriese nunca.
Él, pese a beber y comer como un gorrino, hace deporte. Va al gimnasio día sí y día no, y de vez en cuando practica el tan de moda running, aunque con el frío y cuando hace mucho calor le da pereza.
Dialogo entre Jacinto José y su superior el lunes a primera hora:
– Buenos días señor Pérez, ¿Qué tal ha ido el fin de semana?
– Bien Agustín, desconectando como siempre.
– Bien bien!, Mira, estamos haciendo algunos cambios para mejorar la productividad. El cambio es sencillo, trabajarás las mismas horas, cobrarás más y realizarás las mismas tareas que hasta ahora.
– ¿O sea que me vais a subir el sueldo por la cara?
– Más o menos, pero en realidad solo es una prueba durante una semana y realmente cobraras lo mismo, pero las dietas pasarán a tu cuenta bancaria.
– ¿Me quedo sin la plaza de garaje?
– Más o menos, pero solo durante una semana, y a cambio, cobrarás esas dietas en metálico en tu próxima nómina, con un pero, o dos. Uno, que deberás venir a la oficina en bicicleta, y dos, que será una bicicleta eléctrica que nosotros te prestaremos.
– ¿En bici? ¡Ni de coña!
– Como te he comentado, es una prueba de solo una semana. Tras esta, podrás volver a usar tu plaza de garaje, que se te volverá a descontar del sueldo, aunque seguirás teniendo a tu disposición la bicicleta eléctrica. La mayoría de tus compañeros se han apuntado ya.
– Déjame pensarlo, tengo que echar cuentas, pero lo mío no es pedalear y llegaré sudado y cansado. ¡Qué manera de liarlo todo!
– Tienes hasta el jueves para confirmarlo y apuntarte en la lista que está en el tablón de la entrada.
Fin de la conversación, y vuelta a la realidad.
Si has conseguido llegar hasta aquí, gracias y enhorabuena. Eres merecedor de saber porque cuento esta historieta tan cutre. Y la respuesta es bien sencilla, y no tan larga.
Este experimento es real, no es ficticio, y se ha realizado en varias ocasiones, una de ellas por el fabricante de motores eléctricos Bosch y una conocida universidad alemana.
Estos ofrecieron bicicletas eléctricas a todos aquellos que dejasen durante diez días las llaves de su coche el campus y se desplazasen al mismo sobre las e-bikes.
Tras los diez días del experimento, ¿qué crees que fue lo que ocurrió?
Los datos tras diez días de dejar el coche en casa y desplazarse al campus en bicicleta eléctrica, resultaron en que el 73% de los participantes, si se les continuaba prestando la bici eléctrica a coste cero, seguirían utilizándola a diario y dejando el coche aparcado en sus respectivas casas.
Pero lo más sorprendente de todo no es eso, ha cosas aún más sorprendentes.
Los datos previos al experimento, reflejaban que ninguno de los participantes del mismo, no se había ni si quiera planteado alguna vez ante ir en bici al centro educativo.
Ahora imagina un poquito más allá, solo un poco.
Si redondeamos y ponemos ese 73% en un 75%, para hacerlo más visual, y extendemos esos voluntarios de la universidad a decenas, cientos y miles de trabajadores, estudiantes, o cualquier conductor habitual que realiza un trayecto de un punto A a un punto B a diario, tenemos prácticamente un 75% de coches menos en las calles de la ciudad en horas punta, y también la mayoría, sin ocupar el espacio público aparcados.
Sí, hay muchos flecos, que si transportistas, que yo vivo muy lejos, que si llueve me mojo, que si son muy caras…
Tan solo imagina, por imaginar lo único que te puede pasar es que te entre esa ansiedad de la que hablaba al comienzo del artículo. No pasa nada, son solo unos segundos, inspira, aspira…