Antes de nada, no se trata de hablar mal de los coches, quien más o quien menos tiene uno o dos coches aparcados frente a su casa, incluidos los ciclistas. Y esto es extrapolable también para motocicletas, furgonetas, etc…
En un mundo donde cada vez son más las personas que viven hacinadas en las grandes ciudades, en donde existe el transporte público, esperemos que algún día también las vías ciclistas seguras y conectadas, donde las distancias se acortan al no tener que ir a decenas de kilómetros a buscar productos o servicios, y donde cada vez la velocidad está más limitada ya que no hay espacio para todos, parece mentira que se sigan vendiendo coches con potencias estratosféricas y velocidades punta de vértigo, y que no se les limite mecánica o eléctrónicamente cuando circulan por ciudad (o fuera de ella).
Es la típica pregunta que se cuestiona entre amigos:
«No entiendo porque venden coches tan veloces si no se puede ir a más de 120 km/h por la carretera»
Las razones pueden ser muchas y variadas, y cada persona tendrá su perspectiva, pero una cosa es una razón personal, y otra muy distinta que esa razón tenga una lógica sensata (y segura).
La primera de las respuestas que seguro podrás escuchar, es que un coche potente te transmite sensaciones, y no por que se pueda alcanzar los 240 km/h tienes que ir a esa velocidad por la carretera.
Te argumentarán que podrán ir algún fin de semana al circuito de turno, o que un domingo podrán ir a la sierra a tomar curvas en un puerto de montaña a 90km/h respetando el límite de velocidad, o adelantar a un coche presionando el acelerador solo con la uña del dedo pequeño del pie.
Y todo eso es lícito, pero no es necesario ni tampoco refleja la realidad, y mucho menos estos coches son seguros a manos de alguien que no respeta los límites de velocidad o las normas de circulación.
Los coches potentes suelen ser más vistosos
Luego está la estética, aunque en los últimos años esto parece estar cambiando en los diseños de los coches.
Normalmente un coche deportivo suele ser mucho más estilizado, y cuanto más potente sea un vehículo, aún no siendo deportivo, parece que los fabricantes se esmeran más en hacerlos más atractivos visualmente para que sus dueños puedan decir: «eh, mira, tengo un cochazo, a que mola!«, a su vez que pueden incrementar notablemente su precio.
Vamos, que la razón de muchos de que un coche o moto corra mucho y sea potente, suele ser la de fardar a groso modo, (no quiere decir todos, está claro).
Pongamos un punto y a parte en los tipos de coches, y añadamos la variable bicicleta
Volviendo a las ciudades, parece ilógico tener un coche de 250 caballos y que pueda alcanzar los 240 km/h, o igualmente para meter a más en el mismo saco, tener un coche de 160 caballos y que pueda correr a 175 km/h.
En ciudad, salvo alguna autopista o autovía que la atraviese, las velocidades máximas permitidas van desde los 90 km/h, pasando por los 70, 50, 40, 20 e incluso 10 en zonas peatonales compartidas.
Día a día se ve como la mayoría de conductores, me atrevería decir que el 90% de ellos, no respeta los límites de velocidad.
Solo hay que ver los vídeos que graban los ciclistas de Madrid en los famosos «timocarriles 30», ni un coche respeta esa velocidad.
Y sí, cualquier coche hoy en día alcanza los 120 km/h, por lo que meterse con «los más grandes» pueda parecer que no tiene sentido, ya que si tienes un Ford Fiesta 1.1 de 60 caballos y vas a 90 por una vía limitada a 50, pues apaga y vámonos.
Y ahí es donde vuelve el dilema: ¿Por qué se siguen vendiendo coches tan potentes y rápidos?
Estamos viendo como los coches eléctricos ya no solo compiten en ver quien consigue la mejor autonomía, también los están metiendo en la cabeza de la gente con cual es el más potente o cual corre más. Un sin sentido.
Digamos que los coches ya fabricados no se pueden limitar fácilmente ni de manera económica, ¿pero los nuevos eléctricos?.
Hace no mucho veíamos como uno de los aeropuertos más grandes de Europa, el de Schipol en Amsterdam, ponía a disposición de sus trabajadores bicicletas gratis y bicicletas eléctricas a muy bajo coste para que acudiesen al trabajo en bici.
El motivo, los atascos diarios y la falta de aparcamiento para los miles de empleados, cerca de 60.000, además de la consecuente contaminación que ello provoca.
Bien, ante la gran demanda de estas bicicletas gratuitas, que se suman a las que ya utilizaban otros trabajadores en las vías ciclistas que llegan al aeropuerto, de las cuales algunas son Speed Pedelec (que pueden alcanzar los 45 km/h), las autoridades de los Países Bajos anunciaron que lanzarían un proyecto piloto en dicho aeropueto para limitar automáticamente en algunas zonas la velocidad a la que podían ir las bicicletas eléctricas.
Es decir, en las zonas cercanas al aeropuerto, en los cruces, o donde más afluencia de ciclistas exista, las bicicletas Speed Pedelec verían limitada su velocidad mediante un chip por seguridad sin que el ciclista intervenga en ello.
¿Por qué no se limita de igual manera la velocidad de los coches en la carretera?
De nuevo, varias son las razones, y aquí no entran los gustos de unos y otros, pues somos meras marionetas entre grandes fabricantes, lobbies del motor, gobiernos, aseguradoras, etc, etc…
Imagina una ciudad donde todos los coches respetasen no solo las normas de circulación, sino también se limitase automáticamente su velocidad, adecuándola al máximo de cada vía o a la situación concreta del tráfico.
Esto se podía haber realizado hace años, pero con la excusa de que si sería muy caro, de que si en nada llegará el 5G y el Internet de las Cosas, donde todos los aparatos electrónicos estarán conectados unos a otros y hablarán «el mismo idioma», y otro tanto de excusas, no se ha hecho nada al respecto.
Parece ser que no solo con miles de millones de ayudas al sector de la automoción este es capaz de sobrevivir por si mismo.
Y es que la velocidad mata, no solo a ciclistas, también a peatones y a los propios ocupantes de los vehículos. Y no, no hace falta que tenga muchos caballos ni que corra más de 200 km/h para ser peligroso, ya sabemos que el peligro lo tiene quien va al volante y puede ocurrir a 50 km/h.
Pero es una incongruencia que una persona para ir a trabajar, o a buscar a los niños al cole, a comprar o lo que sea dentro de una ciudad, circule con una maquina de semejantes dimensiones, potencia, y a velocidades que todos sabemos que no se respetan.
Y ojo, está claro que hacen falta vehículos potentes, y puede que algunos hasta más rápidos que las velocidades límite de las carreteras, pero estamos hablando del ciudadano de a pie, el usuario medio.
¿Cuándo se hará algo?
Por el momento la fecha prevista es nunca. Y al caso de los coches eléctricos me remito.
Cuando las grandes marcas del motor ya anuncian coches eléctricos con más de 400 caballos, y los actuales ya muchos superan en prestaciones de aceleración, velocidad y potencia a muchos de combustión similares, difícilmente van a aceptar que a sus coches se les limite automáticamente la velocidad.
Todos cogen monedas de oro del mismo saco, gobierno con multas e impuestos, aseguradoras cobrando más según la potencia y velocidad máxima de los coches, y la automoción general, observando como ocurrió en los años 80 cuando nos metieron en la cabeza a todas las personas que necesitaban un coche no solo bonito, sino potente, grande, rápido y caro para destacar sobre el resto de humanos, se vuelve a repetir con los coches eléctricos.
El mundo, global, tal y como lo conocemos, sin embargo, tiene los días contados. No solo la velocidad actual de los coches debería ser limitada, sino también el ritmo de vida en general. Pero es una gran utopía.
Supongo, que la gran mayoría piensa que como va a estar en la tierra unos 70 años de media, mientras el planeta aguante el tiempo que el «yo» como individuo permanezca en el, yo no levanto el pie del acelerador.