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Oda a una querida bicicleta robada

En plena época de bonanza, ladrillo, especulación y tarjeta.
Yo, un mileurista crónico decidió ahorrar y comprarse una bicicleta.

Vivíamos por encima de nuestras posibilidades, mejor que el Príncipe de Gales.
Pero yo conseguí mi preciada bicicleta ahorrando penosos jornales.

Para mi era la más bonita, la mejor que había tenido hasta ese día.
Pedalear al son de la libertad, ese era mi sentimiento, mi gran osadía.

Con ella realicé viajes de ensueño con mucho aire en el monedero.
De Soria a Burgos con mi compañera, mi mujer, mi amor verdadero.

Puedo decir que con mi bici en todo momento he disfrutado.
Siempre libre, siempre soñando, solo o con alguien a mi lado.

A mis mejores amigos sobre mi bicicleta les he conocido.
Por eso quiero darles las gracias, no soy un desagradecido.

Gracias por esos momentos que juntos hemos vivido.
Siempre os llevo conmigo, nunca caeréis en el olvido.

Pero por desgracia un pobre diablo mí querida Mérida me ha birlado.
Mi trastero, su refugio, ahora queda vacío, frío y desangelado.

Espero que la usen y la den un buen trato.
Porque si yo te pillara dolor ibas a sentir un rato.

Allá donde estés siéntete orgullosa de ser única y disfruta.
Porque con el sueldo que tengo ahora tardarás en tener una sustituta.

Me despido de ti con esta triste pataleta.
Hasta siempre mi querida bicicleta.