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«Mátalo, mátalo», cuatro jóvenes a pedrada limpia con un ciclista de montaña en Algeciras

Varias pedradas también alcanzaron su bicicleta, provocándose diversos desperfectos. El ciclista sufrió heridas en sus piernas por las piedras lanzadas. - Onda Algeciras

Parece mentira que estemos en el 2020 y sigan ocurriendo este tipo de actos más típicos de la edad media que en pleno siglo XXI en un país «civilizado».

El suceso ocurrió este miércoles día 3 de Junio por la tarde, cuando un ciclista de montaña se encontraba de ruta por los caminos que conducen al Río de la Miel en Algeciras.

El propio ciclista ha relatado como tras cruzarse con cuatro jóvenes, a los que les saludó y preguntó si iba por el camino correcto, estos comenzaron a tirarle piedras de gran tamaño que llegaron a herirle y a provocar daños en su bicicleta.

Además, mientras las lanzaban gritaban «¡Mátalo, mátalo!«, lo que asustó aún más al ciclista, quien temió por su vida tras recibir varias pedradas en su cuerpo.

Según sus declaraciones, si alguna le llega a alcanzar en la cabeza, ni si quiera el casco le hubiese salvado.

El ciclista asustado, llamó al 112, quienes alertaron a los agentes de la Policía Nacional.

Tras regresar por el mismo camino esperando que los agentes ya hubiesen llegado, estos ya tenían detenidos a 3 de los jóvenes, mientras que el cuarto se lo habían llevado sus padres.

Todos eran menores de edad, y según los agentes, no era la primera vez que sucedía algo parecido.

El ciclista ha querido compartir el suceso en las redes sociales, donde además, ha dejado claro que no volverá por aquella zona por el miedo a que le ocurra de nuevo esta salvajada.

«3 junio 2020. Voy a contar lo que me ha pasado esta tarde, lo cual cuando estaba sucediendo no me lo creía ni yo.

Iba en mi bici camino de Las Pozas del Río de la Miel (Algeciras).

Me encuentro a 4 niñatos. Les digo «hola» y les pregunto si por este camino se llega a las Pozas, a lo que me contestan que sí.

Sigo subiendo la cuesta pedregosa y empiezan a caerme piedras.

Me doy la vuelta y compruebo que son los 4 niñatos los que me están tirando piedras.

Les grito que si están majaretas y más piedras me tiraban. Algunas del tamaño de mi mano abierta.

Me hicieron daño en una pierna, la cual sangraba. A la bici le dieron unas 3 veces produciéndole desconchones en la pintura.

Seguían tirándome piedras y a la vez decían «mátalo mátalo». Al escuchar estas palabras me sentía una mierda.

Para evitar ser alcanzado por las piedras que me tiraban, me alejaba de esos indeseables. Menos mal que siguieron su camino.

Si van a por mí, me matan. Es más: si una piedra choca contra mi cabeza no estaría escribiendo ahora.

Al ver el peligro de estos salvajes, llamé al 112 y se comunicó con la Policía Nacional.

Chapó por el 112 y la Policía Nacional. Allí no había nadie, por eso estos mierdas se pusieron a tirarme piedras. Con una persona sola son muy valientes.

Cuando pasó el tiempo bajé la cuesta para ver si había personas. Había unas cuantas. Les conté lo sucedido y no daban crédito.

Llega la policía, le cuento lo pasado y me pregunta si identificaría a los actores del cruel acto. Le digo que sí.

Llevaba en el coche a 3 de los niñatos. El cuarto ya se lo habían llevado a los padres.

Efectivamente, eran ellos.

Y por el comentario que dijo uno de los policías no es la primera vez que cometen delitos como el de esta tarde. Ellos, los niñatos, negaban los hechos. No iba a ser para menos. Pobrecitos.

Que la conciencia, si es que la tienen, no les deje dormir. Y que se mueran de miedo los que hacen daño.

Hoy me podían haber matado estos mierdas. Así que para mí aquella zona está muerta. Ya no la piso más. Y menos solo.

No sé qué hubiera pasado si voy de sendero con mis hijas. La policía debería actuar antes de que haya que lamentar. Ir por aquella zona, pues al parecer hay mucho salvaje suelto.

Educación, educación y educación para quitar esta lacra del siglo XXI. Pero la educación que se da en las casas de padres a hijos. No la de las escuelas.

Y los menas, los ninis…. que se pongan a hacer trabajo social y no vagabundear las 24 horas del día con la paguita debajo del brazo.«