Era más o menos enero, con sus días fríos, cuando un amigo me mandó un mensaje con un duathlon en no sé qué lugar extranjero, Ice Duathlon, ciertamente apetecía más un clima cálido. Al principio no le hice caso, pero al poco tiempo me pico la curiosidad. Mis compañeros habituales de aventuras no se animaban, así que descarte el reto por su lejanía. Un par de semanas más tarde, mi fiel escudero y fotógrafo (que se enteró del evento) comenzó a darme la paliza con ello. Bueno, no sé cómo me convencieron y comenzó la aventura….
Como si fuese Don Quijote en sus locas aventuras me enfrentaba a lo desconocido, nunca en mi vida había hecho nada en similares condiciones, y mucho menos entrenado para ello, emprendimos el viaje. Un duathlon en un lago congelado en la fría Rusia ¿a quién se le ocurre? Quedaban menos de tres semanas y solo teníamos reservados los billetes. Gracias a mi buen y liante amigo Luis, conseguí el contacto de un aventurero español que frecuenta estos lares. No suelo acostumbrar a tener equipo deportivo para el clima Siberiano y desconocía lo necesario.
La primera parte de la aventura fue contactar con Miguel, quien amablemente nos ayudó con el material necesario, aconsejándonos de manera muy efectiva y profesional. Varias capas tipo cebolla, zapatillas de GoreTex, clavos para ellas, culotte de windstopper, camisetas térmicas varias, guantes de Goretex, guantes finos, gorro de windstopper, buff de polartec, calcetines anti congelación…. Mil y un historias. Todas ellas genial, excepto la elección de las ruedas de la bici, en mi cabezonería aposte ruedas de ciclocross, a pesar de los consejos de nuestro asesor. Un lago congelado en Siberia, en mi mente era todo llano y hielo…. Mi compañero y amigo Milton me ofreció una Fatbike para mi aventura, la cual decline y posteriormente recordé durante la prueba.
Con todo el equipo listo, el billete y los seguros comprados descubrimos que nos faltaba el visado, como siempre deprisa y corriendo (y una clavada de espanto). Consejo importante, si vas a Rusia prepara todo con tiempo, te evitaras estrés y te saldrá mucho más barato. También comprendimos que el lago Baikal no está precisamente cerca….de ningún sitio… desde Madrid a Moscú son 4 horas y media, y desde Moscú hasta Irkust ¡más de seis horas! Hasta los rusos dicen que está lejos.
Ya puestos en el avión, aterrizamos en Moscú y empiezan los problemas con el equipaje. Debes conocer dos cosas si te atreves con el reto:
– Los rusos no hablan inglés en su mayoría, ni siquiera los que trabajan en el aeropuerto.
– Los moscovitas en general una vez los conoces son gente amable y simpática, pero inicialmente siempre te intentan cobrar de más. Moscú es una ciudad cara y difícil de moverse, los carteles están en ruso.
Solucionados los problemas mediante llamada telefónica a un intérprete en España, continuamos el viaje.
El aeropuerto de Irkust es muy pequeño, todo rodeado de nieve en esta época. Nuestro viaje fue muy corto de tiempo, a penas seis días, nos quedamos con ganas de visitar la ciudad conocida por los nativos del país como el Paris Ruso.
La organización recibe a los participantes y los traslada al hotel Victoria. Es francamente bonito. Se encuentra en un alto con unas impresionantes vistas al lago, un restaurante excelente (recomendamos las tortillas y los croissants del desayuno, deliciosos) y un curioso sistema de remonte para bajar con trineos para niños.
Como solo teníamos un día libre antes de la prueba, aprovechamos para estrenar el material y hacer una toma de contacto con el hielo. Bajando menos de un kilómetro del hotel llegamos al lago, impresionante. Es digno de ver. No se ve el final, parece un desierto de hielo. Caminando por la superficie congelada cubierta de nieve fina en polvo llegamos a lo que se conoce como hielo negro. Sumamente resbaladizo, pero realmente hipnótico y bello. La sensación de caminar sobre el agua es espectacular. El hielo es transparente, con algunas fracturas que permiten deducir su espesor. Como el lago es tan profundo no se ve el fondo, solo la oscuridad. Únicamente esta experiencia creo que ya merece todo el viaje.
Por la tarde, después de hacer turismo conocimos al organizador, Alexei, un personaje muy interesante de la zona. Muy amable y agradable a pesar de todas las prisas de organizar una prueba de estas características. La prueba fuerte se trata de un Maratón de 42km a pie cruzando el lago Baikal desde una orilla a otra en su zona más próxima, con solo 150 participantes. Aparentemente no parece difícil de organizar, allí en Siberia las cosas se complican de manera exponencial. Nosotros participábamos en una primera edición experimental de duathlon. Solo unos pocos afortunados (o engañados) estaban invitados a ello. Se trataba de correr 16km y después 26 en bici.
La noche anterior a la prueba se celebra una pasta party en la que todos los participantes están invitados, nada menos que 150 personas de muy diversas nacionalidades. En su mayoría rusos y japoneses. Coincidimos en la mesa con el que sería el primer clasificado no ruso en el maratón, un polaco extraordinario.
Ya por la mañana después de un copioso desayuno, la organización traslado a todos los participantes a la salida. Mientras ultimaban los preparativos esperábamos en los coches o autobuses para no congelarnos, estábamos a 10 grados bajo cero. La máxima del día fue de -6, una temperatura muy buena para esta época del año. Antes de dar la salida se realiza un ritual con leche para mantener la pureza del agua.
Dan el pistoletazo de salida y allí vamos, a lo desconocido. Deportistas de todas las clases, nacionalidades y niveles.
Un par de valientes rusos completo la prueba vestidos únicamente con el dorsal.
La primera parte del recorrido era hielo, muy resbaladizo y liso, con unos buenos clavos se puede correr con confianza a buen ritmo. Muchos participantes sufrieron dolorosas caídas en el hielo, debidas a un inadecuado material y otras a falta de habilidad. Por suerte yo no sufrí ninguna caída en el tramo a pie, apenas seis clavos por pie dan una seguridad pasmosa. Una vez superada la primera falla o fractura del hielo (las corrientes mueven el hielo y se producen roturas). El hielo se cubría con más zonas de nieve que permitían un mejor agarre. Poco antes del punto de transición, el hielo se ondulaba, con lo que la pisada se volvía más inestable y resbaladiza.
Aquí recuperamos fuerzas en el avituallamiento y cambiamos las zapatillas por la bicicleta. No fue una de las transiciones más rápidas, pero me encontraba muy cerca de la cabeza de carrera. Salí disparado con la bici, al principio un poco inseguro, hasta que cogí confianza en las cubiertas con clavos (que estrenaba ese mismo día). Adelantaba al resto de participantes como una moto, fácil y cómodo. Los tramos de hielo se alternaban con otros cortos de nieve blanda pero poco profunda. La bici volaba y yo disfrutaba como un niño. Según pasaban los kilómetros cada vez había más nieve, y esta era más profunda, con lo que mis cubiertas finas se clavaban y dificultaban mucho la marcha. Los últimos kilómetros fueron durísimos, complete el reto sin desmontarme de la bici (excepto por un par de caídas) y realmente exhausto.
La organización cubre todo el recorrido con todo terrenos, motos de nieve y hovercrafts. Aunque durante los últimos kilómetros la sensación de soledad es muy grande, siempre está todo controlado. Esta sensación de estar dentro de un mar de hielo, sin ver a nadie al frente ni nadie detrás, magnifica las sensaciones de esta prueba.
Reto completado, nos cambiamos de ropa en una tienda con calefacción y comida para reponer fuerzas y emprendemos camino de vuelta en hovercraft. Más de tres horas se tarda en volver a la civilización a pesar de contar con estas curiosas maquinas. El viaje requiere una escala en una caseta ubicada en el centro del recorrido. Otra aventura más para este gran reto.
Ducha y a la entrega de premios en el hotel. Cena de gala con todos los compañeros con un ambiente impresionante de camaradería y deportividad. Unas cuantas botellas de vodka durante la cena degustando numerosas delicatesen locales y a preparar la maleta. Toca volver a casa.
Más que un duathlon es una aventura en sí misma. No se trata de una prueba de excesiva dureza en la que se busquen cifras que resalten su dureza, se trata de disfrutar de tu deporte en un entorno casi de otro planeta. Es un cumulo de sensaciones contrapuestas y de disfrutar de un clima extremo. El próximo año se abrirán las inscripciones para más gente, aunque se mantendrá un número reducido debido a la dificultad de organización. Si te atreves, organiza el viaje cuanto antes, resérvate un par de semanas o mínimo 10 días para disfrutar del paisaje y sus gentes, y déjate asesorar muy bien con el equipo. Yo ya estoy pensando en volver con ruedas gordas.
Una aventura inolvidable.
Texto: Mikel Vivar