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El caso del ciclista que no conocía Strava

Imagen de archivo.

Mario es un ciclista de montaña más. Uno de tantos que cada fin de semana se enfunda sus mallas, su maillot, se coloca el casco derecho, aunque a los pocos kilómetros este lógicamente vuelve a su sitio natural, carga su mochila con todo lo necesario para sobrevivir una semana en el amazonas pese a que no pedaleará mas de 50 kilómetros, y sale a descubrir mundo como Don Quijote, o quizás por su físico, sería más reflejo de un tal señor Panza, Sancho Panza…

Pero esto no trata de si su físico se asemeja más al alto o al bajo de los Dalton, sino en como disfruta Mario del camino junto a su bicicleta.

Mario sale solo, no va en grupeta, y no pertenece a ningún club ciclista, por el momento.

Pero Mario no se siente solo. Cada Domingo por la mañana, porque él es Dominguero y así se auto-define con orgullo, coge su flamante mountain bike comprada en una gran superficie, en Decathon para no andarnos con rodeos (pues ni a él ni a nosotros nos importa mucho donde la comprase), y pedalea hasta que el sol, el frío o las ganas de comer hacen mella en su físico, y sobre todo en su cabeza, y decide que es hora de dar media vuelta.

Mario no utiliza GPS, pese a que trabaja como dependiente en una tienda de electrodomésticos y está al día en las últimas tecnologías. Eso si, nunca sale sin su cuentakilómetros.

Con él puede saber la hora sin llevar reloj, conocer a que velocidad va cuando baja aquella cuesta que le lleva siempre de vuelta a casa o incluso los kilómetros que realiza cada dia, cada mes o al final del año.

Como buen ciclista, nunca deja su teléfono móvil en casa. Siempre cargado a tope, siempre en su mochila de hidratación, bien protegido del sudor y los golpes con una bolsa de plástico con cierre hermético que se enrolla en si misma.

Rara vez lo saca, salvo cuando se cruza con algún animal salvaje o recibe alguna llamada de urgencia. Lo del animal no es porque Mario se asuste de ellos, es por echarle una foto al bicho y luego poder mostrárselo gráficamente a su señora en la sobremesa, que es cuando le cuenta las batallitas del día.

Mario tiene amigos, pero ninguno monta en bicicleta. Lo ha intentado infinidad de veces, pero a lo más que ha llegado es a prestarle su antigua bici a alguno de ellos (esta de la marca Orbea) para subir aquella colina rechoncha que rodea su ciudad por una pista medio asfaltada y de poca pendiente, y todo para descubrir que, tras pedalear durante 15 minutos, han de volver por donde han venido, pues en la dirección que iban no hay ningún bar en más de 15 kilómetros a la redonda y su amigo necesita una cerveza y algo de comer o se desmaya.

Piérdete, en el buen sentido de la palabra

Se ha perdido. Hoy no, pero más de una vez ha tenido que echar mano de su ingenio para salir de algún atolladero en forma de camino sin salida en el que se ha visto envuelto.

Pero para Mario esto es parte del kit, de la esencia, de la verdadera aventura, del Domingo con sabor que le da sentido a las pequeñas cosas que te da la vida (como diría mi amigo «Alberto»).

Un Domingo sin que ocurra nada fuera de lo normal no es un buen Domingo, y perderse es uno de los alicientes cuando decides seguir una nueva senda, senda en la cual no pudiste adentrarte la última vez que pasaste por allí porque te quedabas sin comer las judías que ya estaban prácticamente puestas en la mesa.

Conoce los GPS, ha oído hablar de ellos, son caros y difíciles de seguir cuando el sol aprieta en tan diminutas pantallas. Además no te permiten estar atento al camino, ni al paisaje, ni tan si quiera a perderte.

Pero cuando realice el Camino de Santiago se comprará uno, pero con la única intención de no perderse en esos días, pues se conoce, y sabe que aunque el Camino esté señalizado, él terminaría en Lisboa en vez de en Santiago, o quien sabe donde.

Está ahorrando para pedírselo a los Reyes Magos. Que incongruencia esta.

Mario es feliz así. Podría tener más, pero no lo necesita

Su rutina es el saber a que hora sale a montar en bici y más o menos por donde, pero nunca llega a la misma hora y nunca termina pedaleando por el camino que ha pensado el día anterior, incluso si lo ha planeado mientras iba pedaleando esa misma mañana.

Mario es un tipo común, pero para él, el es un tipo raro, o eso le gusta pensar a él, (cuando «el» ¿no?).

Mario no conoce lo que es STRAVA, ni tan si quiera lo ha escuchado hablar cuando se ha cruzado con infinidad de grupos de ciclistas o en la tienda del barrio. Tampoco lo ha leído nunca en la red.

El es ciclista, no fotógrafo

Mario no hace fotos todos los días. Él es dependiente y ciclista de fin de semana, no fotógrafo. Su teléfono tiene cámara de fotos, pero si hace alguna digna de ser vista, la muestra desde su propio teléfono móvil.

Mario no es anticuado, ni lo contrario a «friki» tecnológico. Mario es un ciclista más de Domingo por las mañanas, y disfruta de ello.

Mario no quiere ser mejor que nadie, le basta con seguir disfrutando y no molestar a nadie.

Cuando se cruza con otros ciclistas saluda, a veces si estos están parados él también se para y charla con ellos, no tiene prisa. Incluso pedalean juntos hasta que el camino decide que es momento de decir un «hasta otra».

Alguna vez se ha picado sanamente cuando ha coincidido con alguna grupeta en aquella interminable recta de más 4 kilómetros de regreso a casa, a sabiendas de que eran los últimos cartuchos del día que iba a gastar.

Pero no pretendía ganar a nadie, solo intentaba apretarse a si mismo las clavijas para ver cuanto de si dan sus piernas y ver si podía cogerles.

Mario no tiene instagram, ni cuenta en youtube, ni ha escuchado nunca eso del Twitter. Qué decir de utilizar un potencíometro para ver si ese día iba a rendir o no.

Mario es un ciclista de montaña normal. Mario es un ciclista que vive en el año 2002, cuando montar en bici era eso, montar en bici.

Mario solo se necesita a si mismo, los suyos y a su querida bicicleta de montaña.

Fin de la historia de Mario, el ciclista que no conocía Strava

Está claro que a veces la tecnología nos facilita muchas cosas en esta vida de locos, pero la gran mayoría de veces, la tecnología nos limita el poder disfrutar de lo que realmente importa.

Si has leído el texto hasta aquí, decirte que no esperábamos que te gustase, no todo lo que escribimos es para agradar, y para gustos colores. Aunque si que esperamos que al menos algo de lo que se quería expresar con él te haya quedado por ahí arriba.

Apaga el móvil o guárdalo como Mario, al menos cuando montes en bicicleta, y disfruta del camino, ya sea solo o en compañía.

Piérdete, descubre, suda y aráñate brazos y piernas. No tendrás la mejor foto ni el mejor KOM, pero tendrás algo que contar cuando vuelvas a casa o coincidas con los amigos.

Vive la vida con tus ojos, no a través de una pantalla.