El pasado sábado, 10 de junio de 2017, tuvo lugar la 6ª edición de la Eusko Bike Challenge, o como muchos la denominamos «La prueba».
Después de 4 ediciones consecutivas enfrentándonos al Infierno Marojo en toda su plenitud, en esta ocasión decidimos probar su versión más humana, la 2.5.
Bajo el arco de salida de la localidad alavesa de Santa Cruz de Campezo, muchísimas caras conocidas y amistades que se han ido fraguando en el fuego del mismísimo infierno.
El HellBiker que me acompañó en esta 5º round fue Javier Fernández, compañero y cofundador del multitudinario Club de Ciclismo Pro Evasion Bike.
Se trata de un deportista multidisciplinar (trail, Triathlon, carretera, btt…) y buen conocedor tanto de la zona cómo de la prueba. No en vano compartimos sufrimiento en aquella 2ª edición, donde el recorrido contaba con 14 kilómetros más de puro infierno.
Con la tranquilidad que te da la experiencia, nos colocamos bajo el arco de salida y a las 9:30am, arropados por un ambientazo sin igual, dio comienzo la VI EBC2.5.
La subida al Yoar discurrió de manera poco habitual para nosotros, es decir, con grandes atascos. Estamos acostumbrados a un pelotón mucho más estirado en esta primera parte.
Al salir casi de los últimos, tuvimos que ir buscando huecos y esquivando gente menos habituada a este escenario, por lo que entre arreón y arreón, coronamos el Monte en poco más de una hora.
El día había salido bastante soleado y caluroso, pero las intensas lluvias del fin de semana anterior y alguna tormenta estival, dejaron el terreno bastante húmedo, suelto y peligroso, por lo que los sustos fueron plato principal del menú.
Superado el complicado hayedo, recorrimos el precioso sendero que corona ese cresterío. Da igual las veces que pases por ahí…sigue impresionando la amplia visión de las dos vertientes que desde ahí arriba se divisa.
El descenso por el GR, como siempre, complicado, con más caídas y averías de las habituales.
Volamos por la dormida para aterrizar de nuevo en la población de salida, desde donde salimos a la caza del primer puesto de avituallamiento, situado en la ciudad medieval de Antoñana, sede del Centro de Interpretación del Tren Vasco-Navarro (el trenico).
Acusando ya el calor, nos hidratamos bien y seguimos con la faena para la cual nos habíamos levantado esa mañana.
Cuando llegamos a la vía verde, abandonamos el trazado que hasta ese momento, compartíamos con la EBC4.0.
Después de las escaleras, giramos a la derecha y rodamos a ritmo de locomotora hasta después del túnel de Cicujano.
El camino cómodo y familiar se convirtió en una escalada, dura y pedregosa hasta llegar la conocida «Peñalascinco», donde paramos a tocar la campana…cómo no podía ser de otra manera.
Las altas temperaturas comenzaron a hacer mella en mí y pedí a Javi que bajara un poco el ritmo, ya que no soy un ciclista que funcione bien bajo calor.
El termómetro del Polar me marcaba 39ºC, a lo que había que sumar una alta humedad y cuando llegamos a Sabando, me estaban dando hasta mareos.
Refrescándome las muñecas, cabeza y nuca, conseguí frenar temporalmente el incipiente golpe de calor que estaba sufriendo, pero Lorenzo no tenía previsto ponernos las cosas fáciles.
Parece mentira que la semana anterior hubiésemos estado corriendo la Euskadi Extrem bajo una intensa lluvia y con una temperatura de 11ºC, algo que en esos momentos llegué a echar mucho de menos.
Algo más fresco, seguimos escalando el despiadado muro de hormigón que sigue en ese tramo.
Cuando llegamos a la zona más alta, donde hay unas campas verdes y abiertas, tuve que sentarme, ya que no podía ni enfilar la bici en el sendero. Nuevamente el calor me estaba jugando una mala pasada.
Me encontraba mal, por lo que le dije a Javi que le iba a colocar la Gopro en su bici, con una batería entera e iba a tener que grabar lo que quedaba de prueba, ya que yo no las tenía todas conmigo.
Fijaros si andaba mal, que en varias ocasiones que nos paramos para grabar vídeo, no hacía más que echar fotos…y no me di ni cuenta.
Después de un gel, algo de isotónico y mucha cabeza dura, me pude poner nuevamente en pie y cubrir el espacio que quedaba hasta el avituallamiento de Santa Teodosia, donde la estampa que se presentaba era dantesca! cantidad de gente tirada, exhausta y con calambres inundaba esa explanada.
Yo no podía ni comer y casi no me tenía en pie, así que hice lo único que me pedía el cuerpo, quitarme el casco y tirarme un rato en el suelo.
Javi se negaba a abandonarme y, junto a otros bikers del club, seguía a mi lado, animándome. Yo me estaba agobiando, ya que es un tío que podría estar en meta hacía ya un rato…y ahí seguía. A veces pienso que lo hizo porque no sabe utilizar la GoPro…jajaja.
Bromas aparte, me puse en pie y vi que la organización tenía una manguera puesta, así que sin cortarme ni un pelo, le pedí al responsable que me duchara de arriba abajo con agua helada. O me daba un shock o me recuperaba…y por suerte, se dio la segunda de las circunstancias.
Con piel de pollo y ligeramente desorientado, comí unas gominolas, bebí un par de latas de isotónico, me coloqué el caso y nos subimos de nuevo en la bici.
Cuando cruzamos el paso de control, me mentalicé de que no iba a darle al Diablo del Infierno Marojo el placer de retroceder ni un metro y me negué a que me echara de sus dominios.
Los calambres llevaban unas horas dándome guerra, así que, a la hora de elegir las batallas que libraría, usé más la cabeza que el corazón.
Las palas más fuertes las hice andando o pedaleando con todo metido, utilizando los descensos para recobrar el aliento y estirar un poco.
En Ullibarri-Arana tuvimos que parar nuevamente, pero esta vez en busca de una fuente, ya que nos habíamos quedado sin agua. Después de mucho rebuscar, por fin encontramos el recóndito abrevadero del pueblo, donde pudimos reponer el ansiado refrigerio.
Cómo si de Agua de Lourdes se tratara, cada trago me iba devolviendo la vida, hasta el punto de tener casi olvidado las penurias sufridas hasta el momento.
Con mucha ilusión superamos el famoso «muro» de Alda, una pared de hormigón rallado, que puede robar el alma y la ilusión al más positivo de los bikers.
Finalmente y con un tiempo de 9h 12m nos convertimos en finishers de la implacable Eusko Bike Challenge 2.5.
La zona ya la conocíamos y en varias ocasiones cubierto el recorrido de la EBC2.5 en 3 horas menos de las empleadas ese 10 de junio, pero las pruebas BTT…son así. Hay días en los que la maquinaria funciona perfectamente y otros en los que no.
Si me permitís un consejo, que nadie se equivoque al pensar que la EBC2.5 es una vuelta de domingo por la mañana, ya que concentra en sus 71 kilómetros toda la esencia o veneno de su hermana mayor, siendo incluso más peligrosa que la EBC4.0.
La fama de la EBC4.0, hace que la gente vaya más prevenida y además cuenta con algunos kilómetros de llaneo o subida tendida con los que engañar un poco al track, pero la corta no da ni un respiro. Mantiene un continuo sube-baja, donde nos acabará consumiendo.
No soy un machaca de la BTT y, debido a las lesiones que arrastro, no voy a poder serlo nunca, pero después de 5 ediciones de 6…se de lo que hablo.
No quisiera terminar este artículo sin agradecer a toda la familia de Pro Evasion Bike en general, por los ánimos que me estuvieron dando y a Javi en particular, por haber aguantado a mi lado durante los momentos más críticos que pasé.
Nunca me había dado un golpe de calor ni sufrido calambres, pero alguna vez tenía que ser la primera y fue durante la Eusko bike Challenge, la carrera más dura, exigente y épica en la que he participado.
Nos vemos en la 7ª edición!!