Llevaba ya tiempo dándole vueltas al asunto de realizar una prueba de carretera cuando por casualidades del destino, el Dios de la dos ruedas decidió poner en mi camino una de las mejores y más exigentes pruebas no competitivas de este tipo, la Orbea Gran Fondo Vitoria-Gasteiz.
Me había inscrito ya en la prueba pero la bici de carretera que me debía llegar…no llegó, así que se inició una nueva odisea, la de conseguir una flaca. Por suerte, no tuve que dar demasiadas vueltas y Javi Godoy, de “Godoy Bike&Ride” (Urretxu-Zumarraga), me prestó una poderosa herramienta para enfrentarme a tan épica gesta: una Orbea Terra.
Para quiénes no la conozcáis, la Terra es la bici de Gravel de Orbea, es decir, una bici que permite andar por múltiples terrenos: carretera, pista, senderos…
Las mayores ventajas que suponen una bici de estas características para alguien como yo, además de su cuadro de carbono reforzado, es su posición más relajada, una cubierta 700×28 y unos potentes frenos hidráulicos de disco.
El 26 de mayo, bajo el arco de salida, la preocupación por las condiciones climatológicas era general ya que el cielo lucía un color plomizo que auguraba tormentas, pero de lo malo, malo, la temperatura parecía que iba a ser buena.
Salimos en el último de los cajones, así que nos llevó cerca de 8 minutos activar el chip que marca el comienzo de la prueba.
Con tranquilidad y arropados por un inmenso pelotón subimos el Puerto de Vitoria cuando un trueno que hizo temblar incluso las entrañas del mismo Averno nos disolvió rápidamente.
Se puso a granizar así que mientras que la mitad de los participantes buscábamos refugio, el resto se dio la vuelta, entre ellos mi compi, Iñigo, quién me envió un WhatsApp: “para casa”.
Hubo algunos valientes que siguieron sin detenerse, pero si algo es sabido de las tormentas es que son pasajeras, así que tras 10 minutos bajo cubierta, pude reanudar la marcha.
Perdí la grupeta con la que iba, por lo que hube de emprender la marcha sin ellos y sin poder engancharme a ningún otro grupo, ya que íbamos todos bastante desgranados.
Durante la subida a Rivas me junté con Mikel, otro ciclista de montaña quién me comentaba que los BTTros tenemos otra perspectiva diferente de la lluvia. Mojar, te mojas…pero al menos las ruedas traccionan.
Antes de iniciar la prueba, habíamos pactado que los altos de los puertos serían los puntos de reagrupación de la grupeta, pero al llegar arriba no vi a nadie, llovía, hacia viento y no tenía la certeza de que siguiesen en carrera, así que ante el riesgo de hipotermia, decidí seguir.
Poco a poco fue escampando y los densos nubarrones dieron paso a grandes claros e incluso algo de sol, así que la actitud y el ánimo de los que habíamos aguantado el chaparrón se vino arriba.
En el avituallamiento apostado antes de Herrera, km 54, me reencontré con Enneco, del programa de radio Eje Pedalier, que se había quedado descolgado también, así que subimos juntos por el denominado “Balcón de la Rioja”, Herrera.
Entre risas y tonterías culminamos el puerto y una vez arriba, ¡gran sorpresa!, la grupeta “Pro Evasion Bike” no se había retirado y nos volvimos a agrupar. A partir de ahí, todo fue coser y cantar.
Dando relevos llegamos a buen ritmo hasta el avituallamiento de Bernedo, donde nos esperaba una auténtica fiesta: bocatas de chorizo, bebidas, pasta e incluso una charanga animando al personal.
Debido a que un compañero venía tocadillo decidimos bajar un poco el ritmo y parar algo más de lo normal para evitar que se quedara descolgado. Estos PEB tienen ese lema: “Salimos juntos y terminamos juntos”.
Reconozco que yo soy más de tirar a lo mío, pero por suerte desoí mis instintos individualistas y me acoplé a la filosofía del grupo.
Pasamos el puerto de Bernedo y llegamos hasta Oyon, donde nos volvimos a poner como el quico!…madre mía…nunca había comido tanto durante una prueba ciclista.
El sol comenzaba a calentar y volver a ascender hasta Bernedo bajo la solana riojana nos hizo añorar la lluvia caída en Montes de Vitoria.
Debimos de añorarla demasiado, ya que cuando abandonamos el avituallamiento de Bernedo, el cielo se volvió nuevamente plomizo y algunas gotas nos obligaron a ponernos el chubasquero.
Aunque llovía y hacía viento, la temperatura había subido considerablemente, tanto que me volví a quitar el plástico y preferí irme refrescando con la lluvia a resudar con el maldito cacharro ese. Dios, como odio los “chubas”!!
A base de relevos e ir cazando pelotones llegamos hasta Treviño y otra tormenta nos hizo parar nuevamente. Por suerte acabábamos de llegar al avituallamiento y pudimos refugiarnos bajo la carpa hasta que pasó.
Entre más risas y más bobadas, culminamos la última tachuela de la jornada, el Zaldiaran.
A partir de ahí todo fue cuesta abajo hasta la meta…pero de manera literal, así que abrimos gas y bajo el lema “No se hacen prisioneros”, devoramos los últimos kilómetros a una velocidad de vértigo.
Finalmente, con un tiempo de 8h39m, la grupeta completa consiguió cubrir los 180km y 3200m D+ de la Orbea Gran Fondo Vitoria-Gasteiz.
Soy consciente de que no es un tiempo como para echar cohetes ni alardear, nunca ha sido ese el objetivo, todo lo contrario. El motivo real para realizar esta carrera era vivir la experiencia de una prueba de carretera y disfrutar de ella al máximo. Además, si tenemos en cuenta que hubo casi 1.500 retirados…el mero hecho de haberla acabado, me parece más que suficiente.
No quisiera finalizar el artículo sin volver a agradecer a Javi Godoy el haberme prestado y preparado su Orbea Terra, sin la que no hubiera podido enfrentarme ni superar una prueba de esta índole.
¿Habrá sido ésta mi primera y única incursión en las pruebas de Carretera?…no lo creo.