Era el año 2005 cuando conocí a Mikel. Por aquel entonces yo comenzaba a competir en MTB, pero Mikel se embarcaba en interesantes aventuras de las que yo apenas alcanzaba a imaginar su magnitud.
Cosas del destino, nos conocimos siendo compañeros en la venta de bicicletas. Los demás compañeros comentaban las locuras en las que participaba, pero aquí uno sin mundo, no sabía de lo que hablaban. Recuerdo que entre unas y otras carreras un día nombró la Ironbike, “un año la tenemos que hacer juntos” me comentó…..
Desde el primer día aquel chaval Castreño y yo habíamos conectado, parecías estar marcado que antes o después nos veríamos en alguna aventura, y así fue. Nuestra amistad se hizo más sólida hasta convertirnos en grandes amigos. Él seguía participando en muchas disciplinas tanto trail como de BTT mientras yo me centraba en conseguir un gran nivel para competir como Elite en XCO.
Tras diez años compitiendo en la modalidad rally, en 2013 deje la bici, para volverla a retomar en 2016 en busca de nuevas aventuras. El 2017 despertó con los astros alineados de tal manera que parecía ser el año en el que los sueños deportivos se podían hacer realidad. Solo faltaba un empujoncito y ese empujoncito apareció en una de las conversaciones telefónicas con mi gran amigo de locuras.
(Mikel) “Qué pasa trompetilla? Oye….te animas a hacer este año la Ironbike?”
-Qué dices! Eso es una locura!!!!!
(Mikel) Lo sé, pero es un aventurón.
Una vez confirmado que mi estado de forma era escaso y con tan solo 5000 km desde septiembre en mis piernas, llegó el día de marcar en el GPS la región de Piemonte, entre las cumbres altas de los Alpes Italianos.
La primera gran aventura era realizar los 1200 km en furgoneta hasta el lugar de salida de la primera etapa Limone. Con la furgoneta llena como en una mudanza, comenzaba la aventura el jueves día 20.
En nuestro caso, tuvimos la suerte de compartir furgoneta con otro amigo experimentado en la Ironbike, el archiconocido “Pani” quien posteriormente se haría con la victoria en categoría por parejas junto a Gonzalo.
Los largos kilómetros de furgoneta cundieron para escuchar al “profe” sobre recomendaciones y pautas a seguir, pese a que en cada frase nos repetía una y otra vez lo inconscientes que éramos yendo en ese estado de forma. Y es que aunque te lo plantees crudo, la Ironbike nos demostraría posteriormente que es más dura de lo que uno llega nunca a imaginar.
Una de las recomendaciones que me hizo “Pani” fue la de llevar cubiertas con flancos duros, nada de tubeless ready. Y la verdad que fue un acierto, porque las piedras de esta prueba te pueden hacer rajar en cualquier momento.
Entre kilómetros de viaje de furgoneta donde las bromas se convirtieron en nuestro libro de ruta, los Alpes Italianos dejaron de esconderse para alzarse frente a nosotros y mostrarnos sus impresionantes valles. Firmes, como caballeros de la mesa redonda, aquellos puntiagudos guardianes se hacían gigantes ante a nuestra mirada.
Bellos parajes con los que todo biker sueña rodar con su bicicleta nos esperaban con los brazos abiertos, retándonos a superar sus múltiples trampas. Y el precio a pagar no sería barato, porque la Ironbike si por algo se caracteriza es por ser la prueba más dura de MTB sobre el planeta.
Una vez llegados al lugar donde comenzaba la locura, todo cobró sentido. Resulta que los dos “capos” de la prueba, Fabrizio y su socio, corrieron el famoso Paris Dakar en la época de los 80-90, llegando a ganar alguna edición. Estos fanáticos del desierto con la aventura corriendo por sus venas, un día decidieron trasladar el Dakar a sus montañas. La MTB parecía ser el vehículo perfecto, por lo que solo necesitaban idear un plan, retar a los biker a un trazado extremadamente duro. El terreno de su entorno les ofrecía múltiples opciones para llevar aquella idea de locos a un hecho real y así en 1993 nació la Ironbike.
Con la primera especial la fiesta y el buen ambiente se palpaba de salida, Briefing previo para empezar con buen pie y todos dirección al tren para llegar al punto de partida.
Entre tanto zombibiker los kilómetros te hacen vivir grandes momentos, como nos sucedió con Fernando, un periodista Gallego al que sus ansias por conseguir la mejor imagen se desvanecieron cuando una roca se cruzó en su camino, como la columna del garaje que se mueve a última hora para alinearse perfectamente con la aleta trasera del coche. Una fea caída y dos ligamentos del hombro fracturados le marcaron un GAME OVER.
Cuando aún no nos habíamos adaptado a la prueba y aun conservábamos la sonrisa, llegó la segunda etapa, sin duda la más dura para nosotros. Con 120 km por delante de infierno y en su ecuador un ascenso con bicicleta a la espalda durante una hora larga, que te hacía temblar las piernas. Una broma comparado al peligroso descenso de piedras donde apenas lográbamos encadenar 50m montados sobre la bici. Al final del mismo y cuando el terreno era fácil la prueba nos recordó que aquello no era un juego. Cuando menos lo esperábamos un fallo hizo perder el control a Mikel cuando marchaba a escasos dos metros de mí. Con el corazón en un puño vi a Mikel rodar entre grandes rocas terraplén abajo, hasta que finalmente paro unos seis metros por debajo del nivel del sendero. Nervioso, destrepé por aquellas rocas sabiendo que la prueba se había terminado, solo quería que la avería que se había hecho Mikel no fuese muy gorda. Cuando llegué a su altura, recostado sobre una piedra, le sujete la cabeza para evitar aquella fea postura. Apenas balbuceaba diciendo “déjame, déjame….”minutos interminables. Cuando por fin se recuperó del estado de mareo, no me podía creer que apenas tuviese pequeñas marcas en ambos codos. Peter Pam, sus siete vidas y yo, remontamos nuevamente al sendero y continuamos afrontando los últimos 70 km.
Estaba claro que o bien habían elegido a Mikel como “Caballito blanco” y por lo tanto no se podía hacer daño, o es que la carrera quería que sufriese durante unos cuantos días más. Y pronto nos dimos cuenta que la “B” era la respuesta correcta.
Mi otro fiel compañero era mi querido Polar M460, gracias a él la lectura de la carrera en todo momento se plasmaba frente a mí, marcándome altimetrías, kilómetros, tiempos… como las 13 horas al final de esta etapa y las 10.100 kCal consumidas con mi cuerpecito de 59 kg. Una salvajada!!!
Fulminados por la etapa del día anterior y tras haber llegado fuera de control, la tercera etapa decidimos no salir, seguramente porque la opción de montar en la autocaravana del señor Dani para avituallar al “jefe” era muy sugerente.
Y así lo hicimos. Montados con Dani, el escudero de otro señor, Milton Ramos, aquel día recargamos los depósitos de energía, gracias a los buenos momentos plagados de amabilidad con la que te surte esta familia de auténticos campeones.
Recuerdo aquella noche conversando con Milton, sorprendido por la escasa participación, apenas unos 90 de todo tipo de países, cuando yo pensaba encontrar unos 500 participantes, la respuesta del 5 veces campeón de la Ironbike fue que no hay tanta gente loca en el mundo para participar en una prueba de este calibre.Cuando escuchas algo así de alguien que conoce tan bien la prueba, sabes que lo que falta por llegar no será sino peor de lo que hasta entonces has visto. Por lo que cada vez que el despertador suena a las 6.00 AM y abres la cortinilla de tu tienda piensas….. qué nos esperará hoy!
Una vez recuperados tras nuestro particular días de descanso, decidimos volver al tajo asumiendo el sufrimiento que quedaba por delante. Preciosos lagos en las cimas que invitaban a un chapuzón cuando el termómetro superaba desde primera hora los 30 grados al sol.
Algo de lo que no te tienes que preocupar en esta prueba es del líquido. Además de los avituallamientos correctamente situados, en varias ocasiones nos vimos llenando los botellines del agua corriente de arroyos. Aquella agua era el agua más rica y fresca que jamás haya probado!
Pero de lo que si te tienes que preocupar es de ciertas pautas básicas que te tienes que grabar a fuego. Una buena colchoneta te permitirá descansar en condiciones, no como en mi caso, que ni me fije en si tenía tapón a rosca, lo que te lleva cada día 10 minutos pinzando la válvula para hacer que se deshinche. Era tan mala que apenas dormía más de 45 minutos seguidos. Nada más llegar a casa la sometí a un aquelarre!!.
Otra cosa a tener muy pero que muy en cuenta son los culottes, te darás cuenta que 100, 150 o 200 euros nunca pueden estar mejor invertidos. Olvídate de acciones en el Banco Popular, gástatelo en buenos culottes, pero no por ello dejes de comprar una buena crema anti rozaduras. Os diré que en las últimas etapas, en alguna ocasión, no me podía sentar ni cuando íbamos en el asfalto, dos boquetes en cada nalga del tamaño de las huellas de mis pulgares eran los culpables. Suerte que en las dos últimas etapas me prestaron un par de Compeed a lo que añadí un doble culotte para calmar la zona.
Mientras sumábamos heridas de guerra, Mikel y yo nos encontrábamos con preciosos senderos con los que disfrutar pilotando nuestras Giant, y entre tramo y tramo otro zombibiker con el que continuamente nos cruzábamos. El Mexicano al que pronto apodamos como “Tequiiiiiila”, el señor Abraham, quien acostumbraba a perderse unas 10 veces por etapa….”wey…me volví a perder! Está puta!….” era una de las frases preferidas de “Tequiiiila”. Nos partíamos cada vez que nos cruzábamos con él y sus frases….
Nosotros, más pálidos que la solapa de la Nivea, y él se empeñaba con frases como…”vamos mis negros, sigan mi rueda”. Muy grande “Tequila”, un hombre que pese a estar diagnosticado con esclerosis múltiple, decidió no darle la espalda a la vida sino enfrentarse a ella y retarla aun más.
Y así, sumábamos kilómetros repletos de vistas espectaculares, subidas interminables y bajadas bike-park en las que continuamente nos cruzábamos con otras dos bikers. Isa, una Madrileña con alma más vasca que otra cosa (aunque ella no lo sepa) y a la que en cada bajada la aburríamos con nuestras historias. Y Paula, esta rubia ansiosa por continuar la marcha rompía el karma de Isa, ya que no la dejaba ni terminar la “tapita” del avituallamiento.
Y llegó la gran etapa con cima en Chaberton. Cuando llevas 50 kilómetros de puro mountain bike, te dicen que en los próximos 14 kilómetros vas a acumular 2000m positivos, llegando a 3131m de altura. Y qué es eso pa nosotros!….
Al principio, parece que la pista por la que pedaleas resulta ser medianamente cómoda, pero una vez más, la Ironbike le da una vuelta de tuerca. Y eres consciente de ello cuando mientras empujas tu bicicleta, la que ya empiezas a odiar…, no dejas de mirar hacia arriba intentando buscar el final de la subida. Pero en nuestro caso, el final de la subida acabo tras 3 horas y 45 minutos interminables de montaña espectacular. Con ciertos pasos en su ascensión por donde no se puede ir haciendo el tonto si no quieres terminar al fondo de algún que otro barranco como tatuaje de alguna roca.
Es entonces, ya en la cima, cuando Chaberton te muestra toda su belleza. A la derecha, los restos de aquel fuerte del siglo 17, y frente a ti todo… Tu gran amigo Mikel, al que te mueres por abrazar, para agradecerle el ser parte de la aventura de la Ironbike 12 años después. Es difícil no sentir el nudo en la garganta al contemplar con tus ojos esa cima, y recordar las horas sufridas, los momentos tan duros pero el gran aventurón que Peter Pam te prometió vivir.
Tras una noche más relajados, llegaba la última etapa, pocas subidas y bajadas en las que los que no estamos tan locos podíamos disfrutar montados. Ultimo remonte en telesilla y la última cronometrada. Esta cronometrada resulta ser muy curiosa, las bicis son colocadas en barras, como en los triatlones y los bikers parten corriendo al sonido de la sirena en busca de sus monturas, al estilo Le Mans.
Ya sin tensión, bajábamos todos enfilados peraltando en las curvas del espectacular Bikepark, para terminar introduciéndonos en las calles del pueblo donde nos espera el glorioso arco del final de la Ironbike.
En ese momento llueven los abrazos entre los participantes, un momento precioso, saludando a aquellos con los que has compartido largos kilómetros y los que no.
Amistades del Ironbike que permanecerán en el recuerdo de tu aventura, de esa en la que tanto sufriste y que a su vez tanto disfrutaste. A modo de “síndrome de Estocolmo” no quieres que termine, porque la Ironbike te atrapa y te deja marcado como aquella aventura insuperable en la que un día te abrió las puertas para formar parte de ella.
Y así termina la aventura del infierno de los Alpes. Un tortura repleta de increíbles vivencias.
(Felices de llegar a la meta final y abrazarnos con Fabrizio)