Podría comenzar esta crónica diciendo que Arguedas es una villa y municipio de la Comunidad Foral de Navarra, situado en la merindad de Tudela, pero no, prefiero hacerlo diciendo que Arguedas es el pueblo donde se organiza la mejor marcha rally-maratón en la que he tenido el privilegio de participar.
Situada al comienzo del Parque Natural de las Bardenas Reales, es el sitio ideal para ofrecernos la auténtica experiencia de rodar por el desierto.
Cómo moscas a la luz, y después de haber recogido los dorsales en el polideportivo «Miguel Induráin», los adictos a esta prueba nos fuimos congregando alrededor del arco de salida, hasta el punto de desbordar la calle principal por la cual da comienzo la carrera.
Unos speaker de lujo hicieron nuestra espera muy amena, dinamizando a la gran masa de bikers que allí nos apelotonábamos.
Nosotros nos encontrábamos bastante atrás, así que después de la traca de petardos, nos costó unos cuantos minutos pisar el punto de control de la salida.
Al igual que el año pasado, tratamos de adelantar algunos puestos en el tramo de carretera que une Arguedas con Valtierra, pero no pudimos evitar el gran embudo que se formó cuando comenzamos a ascender «Los Valles».
Haciendo un verdadero alarde de equilibrio, conseguimos sortear a quienes echaban el pie al suelo o incluso se caían por la ausencia de velocidad.
Poco a poco conseguimos salir de ese pequeño cepo, rodando como cohetes en dirección al Yugo, un descenso que a la vuelta nos quitaría la sonrisa de la cara.
El Cierzo estaba azotando bastante fuerte, con una media de 30km/h, pero al ser un viento NorOeste hasta el kilómetro 38 nos acompañó de manera favorable.
A partir del Cuartel Militar, la cosa fue cambiando significativamente. El viento de cara comenzó a organizarnos en pequeños pelotones, donde cada ciclista trató de salvarse del desgaste.
En el avituallamiento del km 50, El Caldero, los Hellbiker reorganizamos nuestras filas. Aprovechando que la salida de ese punto es neutralizada y por ello se encontraba parada, nos pusimos finos a sandía y en cuanto abrieron las puertas de nuevo, salimos como cohetes.
Josu, al llevar una bici de enduro, prefirió ser más conservador por lo que se quedó un poco más rezagado, mientras que yo hacía todo lo contrario. La Orbea Occam de 29″ me pedía caña y yo, traté de dársela.
Los kilómetros iban pasando y el azote del cierzo se iba haciendo notable en forma de desgaste. Llevaba la sensación de ir solo durante bastante tiempo, pero cuando miré para atrás, vi una larga hilera de participantes que se estaban aprovechando de mi 1,86m de altura, algo ideal para dar cobertura a quién quiera ponerse a mi rueda.
Al principio no me importó, pero el que pasen los kilómetros y nadie te de un relevo se hace duro. Por eso, decidí ir bajando el ritmo hasta que algún alma caritativa se apiadase de mí y me relevase en tan ardua tarea. Finalmente, un ciclista de cierta edad me dio el esperado relevo, lo cual agradecí enormemente.
Seguimos este juego hasta El Paso, donde decidí volver a atacar un poco, rompiendo el ritmo del largo séquito que llevaba detrás.
La experiencia es un grado, así que al conocer de la edición anterior la «Bajada de las Yeguas», la cual se sube, no me pilló por sorpresa y bajé el pistón, ya que si te vienes arriba en este ascenso, puede que no termines la carrera.
La prueba había tomado un cariz totalmente diferente en esta segunda parte y era habitual ver gente apajarada o reventada al borde del camino, por no hablar de los pinchazos o caídas en los pasos de arena.
Cuando me quedaban pocos kilómetros para llegar al 3º de los avituallamientos, km 79, mi espalda me dio el alto. Llevo arrastrando desde enero una lesión bastante seria y el haberme venido arriba, plantándole cara al Cierzo, me pasó factura.
Por suerte y gracias a un buen amigo, conseguí llegar al puesto de masaje que se encontraba en El Plano. Dos masajistas se pegaron conmigo cerca de 20 minutos y consiguieron darme algo de aire, aliviándome bastante el fuerte dolor de cintura. Reconozco que me llegué a quedar dormido en la camilla, con casco, gafas y todo el tinglado.
Con el viento nuevamente a favor, o en su defecto, de costado, me lancé a por el último tramo. Antes de la terrible subida del Yugo vi que me había quedado sin agua, así que paré en el último de los avituallamientos (km 93), situado en Balsas del Yugo.
Había muchos chavalitos, a los cuales les llamó la atención los cuernos del casco, así que nos estuvimos haciendo fotos hasta que alguien dijo: «Oye, pero este chaval tendrá prisa, no?». Me estuve riendo un buen rato, lo cual me dio el empuje suficiente para la terrible pala que venía a continuación.
Si he de quedarme con un momento especial de toda mi experiencia ciclista, diré que la de la subida del Yugo es la que elegiría. Cantidad de gente animando, echándose encima de los participantes, dándote agua, empujándote…pfff. Los corredores del Tour de Francia no sé como lo vivirán, pero a mí me emociona un montón.
Por tema de disponibilidad, el tramo final de este año no ha pasado por Senda Viva, sino que nos llevaron por viñedos, un terreno algo rompepiernas y con un descenso «interesante», donde dimos rienda suelta a ese endurero que llevamos dentro.
Al llegar a Arguedas, el recibimiento en meta también fue espectacular. Cantidad de gente aplaudiendo, megafonía muy bien llevada y como no, ese platazo de macarrones para reponer lo perdido durante la prueba.
Para los amantes de los datos y las estadísticas decir que el primero en cruzar la línea de meta fue Tito Espada con un tiempo de 4h 10m, lo que se traduce en 13 minutos más que el primer clasificado de la anterior edición.
La carrera la cerró Borja Oraa Morte con una diferencia de 3h21m respecto a Tito y de 19 minutos más que el último finisher de la 18ª edición.
De los 1.500 bikers que tomamos la salida terminamos la prueba 1.343, lo que hace un total de finishers del 89,53%, algo inferior a la edición de 2015, donde terminó el 91,6%.
La sensación térmica de este año ha sido de 36ºC frente a los más de 41ºC del año pasado, pero el Cierzo, ausente en 2015, este año ha castigado con una media de 30km/h, escupiendo rachas que duplicaban por mucho esta fuerza.
Desde Iberobike.com queremos agradecer al pueblo de Arguedas por volcarse de tal manera en una prueba que para nosotros y otros muchos biker se ha convertido en lugar incondicional de peregrinación.
Nosotros ya estamos con la cuenta atrás para la 20ª edición de la Extreme Bardenas y volver a vivir la auténtica experiencia del desierto, ¿Te la vas a perder?
Fotografía: Manu Martínez