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Crónica Mountemplaria 2018 por Silvia Blanco ( BH Factory Team)

Tras varias semanas sin carreras, llegaba una de las aventuras de este año, una prueba diferente y no apta para todos los públicos… La Mountemplaria, donde el verdadero espíritu de los templarios te acompaña a lo largo de 80 increíbles kms por los Montes Aquilianos.

Acompañada por Xisco, llegábamos a Ponferrada el viernes por la noche, con el tiempo justo para registrarnos en el hotel y tratar de descansar para lo que se nos venía encima.

Madrugón de los buenos, para tomar la salida a las 8 desde el Castillo de los Templarios, rodeados por la inmensidad de sus muros y vestidos con la cruz templaria.

Dan la salida, y el ritmo de inicio es tranquilo, aunque los primeros repechos por el camino de Santiago ya empiezan a quemar las piernas y ponen a cada uno en su lugar. Me decido a llevar un ritmo moderado, tratando de disfrutar de una ruta que enamora de principio a fin… a pesar de irte matando lentamente!

Después de atravesar el hermoso pueblo de Molinaseca, empiezo a trepar por repechos rocosos, donde voy coincidiendo con múltiples peregrinos que me animan al pasar; en alguna zona, me veo obligada a echar pie a tierra, por la dureza e inclinación del terreno. Pronto llegará la primera bajada, rápida, aunque con riesgo por los continuos surcos que, en zonas, apenas se distinguen por la hierba que los cubre. Y llego al pueblo de Espinoso, donde el avituallamiento me deja boquiabierta; fondue de chocolate con brochetas de fruta, geles, barritas… dan ganas de quedarse a pasar la mañana! Jajaja.

Vuelven de nuevo los senderos, con subidas de infarto y repechos que levantan la rueda delantera… por no hablar de las bajadas técnicas, tan bonitas como peligrosas. Nuevo avituallamiento en San Cristóbal, esta vez con un jamoncito ibérico para reponer fuerzas; ¡menudo lujazo! Aquí toca decidirse; sufrir una muerte lenta durante los interminables 80 kms o quedarse a degustar el jamón y acortar el sufrimiento? Por supuesto, hemos venido a jugarrrr!!!

Empieza una larga bajada, con partes delicadas donde mantener a tope la concentración, para continuar por senderos rompepiernas de inigualable belleza. De nuevo, vuelta a subir, ya con las energías más mermadas, aunque el recorrido es capaz de envolverte hasta el punto de no pensar en el dolor. El calor va respetando, con el cielo algo cubierto y zonas arboladas donde el frescor de la vegetación se hace sentir.

Algunas partes del recorrido consiguen que el corazón se encoja, al transcurrir por caminos estrechos con barranco al lado, y piedras resbaladizas que complican el pedaleo. Entro en Santiago de Peñalba, un pueblo encantador, donde otro avituallamiento me espera de mano de los Templarios; como en los anteriores, no falta de nada, y consigo recargar fuerzas para los siguientes puertos.

Poco a poco, sendero tras sendero, alcanzo los Montes de Valdueza, con unas vistas a su alrededor impactantes, al igual que la pendiente en algún punto concreto. Pero si la subida es de vértigo, la bajada la supera con creces; toca cargar la bici en algunas partes, siendo complicado sostenerse incluso a pie. Tras algunos kms difíciles, puedo volver a montar, para ir acercándome poco a poco al ascenso al Ferradillo. Subida tendida, con algunas zonas empinadas, y donde se nota el calor de forma más intensa; el agua empieza a acabarse y tengo que racionarla hasta el próximo avituallamiento. Cuando ya parece que corono y viene el descenso, aún tendré que enfrentarme a un buen tramo rompiernas, aunque con buen terreno, hasta llegar a la trialera del Ferradillo; bajada ratonera y estrecha, donde disfruto a tope con la Lynx.

Por fin, alcanzo el avituallamiento, y puedo refrescarme y recargar pilas; ya solo queda el tramo final. Bajada paralela al río, con piedras y raíces, algunas mojadas, lo que provoca que salga disparada por encima del manillar. Sin nada grave que lamentar, salvo algunos arañazos y moratones, puedo seguir adelante. Y llegan los últimos kms, ya dirección Ponferrada, sin grandes dificultades, aunque con repechos por medio que van vaciando las pocas reservas que quedan.

En un punto, me despisto y cojo el camino equivocado, llevándome de regalo unos kms extra; vuelta atrás y a volver a enlazar con el recorrido. Pero ahora sí, ya nada puede fallar; bordeo Ponferrada por el paseo del río, para empezar a subir hacia el Castillo, donde la meta me espera, y también el merecido descanso!

Vale la pena un poco de sufrimiento para vivir una experiencia como ésta; las sensaciones son incomparables. Mi sincera enhorabuena a la organización por preparar, año tras año, una ruta sin igual, y gracias por el impecable trato con los participantes.

Pero la fiesta no acababa aquí, para poner el broche de oro, a la noche, podríamos degustar una suculenta cena en el Castillo, con actuaciones durante su transcurso y entrega de premios y regalos.

Una marcha de las de recordar y apuntar en el calendario; eso sí, ¡¡¡no vale venir sin entrenar!!!