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Buscando las catedrales del ciclismo: Bagnéres de Luchon

No hay sensación comparable a la de llegar a la cima de un puerto mítico pirenaico sobre nuestra bicicleta.

El esfuerzo y el tesón del que tenemos que hacer uso para poder superar tan dura prueba, queda totalmente compensado con la satisfacción de haber superado tus límites.

Además las preciosas vistas que nos ofrece un entorno tan privilegiado como son los Pirineos, consigue que todo nos sepa a poco y siempre queramos más.

Esta vez nos desplazamos a Bagnéres de Luchón, ciudad francesa situada en la zona del Midi-Pyrénées en la que el ciclismo se vive con auténtica pasión.

Si quieres sentir el ciclismo en todo su esplendor, tienes que visitar una de las catedrales del ciclismo, donde la historia de nuestro deporte se vive con pasión, la historia escrita y la que está por escribirse.

Bagnéres de Luchón no te dejará indiferente. Allí el ciclismo es pasado, presente y sobre todo futuro.

Nuestra casa en Luchón por una semana, fue el Camping Pradelongue, donde nos hicieron sentir mejor que en nuestra propia casa. Allí ubicamos nuestro campamento base, entre otras cosas, por la gran cantidad de rutas ciclistas que podemos hacer desde allí.

camping pirineos pradolongue

Tras deliberar sobre que rutas hacer, finalmente nos decidimos por subir tres puertos míticos que no paraban de resonar en nuestra cabeza; Port de Peyresourde (1ª categoria), Superbagnéres (categoría especial) y finalmente subiríamos el Port de Balés (categoría especial)  por la vertiente de Mauleon Barousse.

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 :: Col de Peyresourde

Al ser el más «sencillo» de los tres elegidos, decidimos que sería el primero que nos pondría a prueba y así podríamos entrar en materia poco a poco. Montamos nuestras flamantes bicicletas Orbea Avant, y dejamos todo preparado para poder salir temprano en busca de nuestro primer coloso pirenaico.

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El día amanece encapotado y eso en pirineos da miedo, dado que una tromba de agua en esta zona no es ninguna tontería, el año pasado ya pudimos vivir lo que hace la fuerza del agua en la zona del Tourmalet.

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Aun así comenzamos la ascensión al Peyresourde, con un poco de suerte el tiempo aguantará. Se nota que el Port de Peyresourde es un paso muy frecuentado, dado que separa las poblaciones de Bagnéres de Luchón y Arreau, lo que nos obliga a convivir con el paso de continuos coches a nuestro lado.

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Eso sí, se nota que están acostumbrados a esta convivencia bicicleta-coche porque en ningún momento los percibimos como una amenaza, aquí el mensaje del 1M50 parece que ha calado.

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La mejor parte del puerto se encuentra a unos 3 km del final, un contaste serpenteo de la carretera, nos hace ganar altura rápidamente y nos permite tener una panorámica del entorno que es realmente espectacular.

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En lo alto del Port de Peyresourde, hay un refugio que luce un cartel de madera, en el que ponía, «Crepe a un 2€» y ya que estábamos allí, como íbamos a decir que no a tan delicioso manjar francés.

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Tras pasar un rato agradable dentro del refugio, y ver como no éramos los únicos ciclistas que habíamos picado con dicho recurso publicitario para golosos, decidimos volver al campamento antes de que empeorara el tiempo.

Nos ponemos el cortavientos y nos lanzamos de nuevo camino a Bagnéres de Luchón.

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El tiempo nos ha respetado, nos hemos encontrado muy agusto sobre la bicicleta y las fuerzas han acompañado en todo momento.

Ha sido una gran jornada de ciclismo en un entorno inigualable, no se puede pedir más… ¿o si?

:: Superbagnéres

La cosa ya se pone sería, hablar de Superbagnéres, es hablar de grandes leyendas del ciclismo, que han estampado su firma a golpe de pedalada en el Tour de Francia.

Saber toda la historia ciclista que tiene esta legendaria estación de esquí, nos hace sentir ansiosos por recorrer cada uno de sus kilómetros.

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Federico Bahamontes, José-Manuel Fuente, Bernard Hinault, Greg LeMond o Robert Millar han sido capaces de vencer en Superbagnéres y ahora nosotros, desde nuestra humilde posición, nos enfrentamos a él, con más ilusión que un niño con zapatos nuevos.

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Las primeras rampas son duras, según sales de Luchon, en seguida encaras una larga recta en constante ascensión.

Tras esta primera subida, el terreno se vuelve un poco más favorable, unas impresionantes moles verticales nos rodean. El paisaje es más salvaje que la jornada anterior.

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Comenzamos a ganar altura de nuevo, el firme en algunos tramos no es muy bueno, dado que hay zonas con graba suelta, y en algún momento incluso la rueda trasera resbala al ponernos de pie.

Aun así el disfrute es total, comenzamos a subir curva tras curva, ganamos altura, pero nuestra pedalada cada vez es más lenta, comienza lo realmente duro de esta ascensión.

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Nos cruzamos con muchos ciclistas, muchos subimos y algunos más madrugadores ya bajan. Nosotros a ritmo lento, vamos ganando metros poco a poco.

Por suerte el día está despejado y nos permite ir viendo cuanta distancia nos queda, y lo que es mejor, nos permite tener unas vistas de todo el valle excepcionales.

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Llegamos a la parte superior de la estación, solo nos queda como 500m, una larga recta que nos lleva directos a la cima.

Estos últimos metros se me hacen eternos.

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Finalmente llegamos a lo alto de la estación, lo celebramos y nos sentamos a contemplar como vuelan los parapentes por todo el valle.

Nosotros tampoco queremos bajar, podríamos estar allí sentados contemplando el mundo a nuestros pies todo el día.

Superbagnéres es uno de los puertos más bonitos que he subido, muy recomendable.

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:: Port de Balés

Balés iba a ser el último puerto que subiríamos en nuestro viaje a Bagnéres de Luchón, así que decidimos que sería una ruta circular y así podríamos disfrutar de una de las bajadas más rápidas y expuestas de la zona, lo cual la hace realmente divertida si se hace con precaución.

Pero además, la dejamos para el último momento, porque ya quedaban pocos días para que el Tour de Francia pasara por allí.

La etapa 16, comenzaba en Carcassone y terminaba en Bagnéres de Luchon y eso siempre genera un ambiente especial los días previos.

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Nos levantamos más temprano de lo habitual, la jornada de ciclismo será un poco más larga de lo normal.

Hace fresco y no podemos evitar oir como nos castañetean los dientes. Como vamos por el fondo del valle, tenemos el problema que el sol tardará en calentarnos.

Nos aproximamos a Mauleon Barousse, precioso pueblo que ya luce engalanado con banderas e indicaciones del Tour de Francia.

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Comienzan las primeras rampas, pero la verdad se sube bien, porque el desnivel no es muy acentuado y esto no es bueno.

Esta sensación de ir haciendo kilómetros en un puerto de categoría especial, sin casi desnivel ya la conozco.

El problema es que si no hay desnivel al principio, es que al final «vas a flipar» y efectivamente no me equivocaba mucho.

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En la segunda parte del puerto, las rampas comienzan a ser durísimas, pero además el sol comienza a calentar a base de bien y el agua comienza a escasear.

Mi compañero de fatigas va mejor que yo y comienzo a descolgarme. Le digo que siga, que yo me lo tomaré con calma. Comienzo a cabecear y a sufrir, se me va a hacer largo.

Me quedo sin agua y eso no es bueno, con la temperatura que hace y los rampones que estamos subiendo, no podría durar mucho tiempo sin agua.

Por suerte tras tomar una curva cerrada, veo a Domingo esperándome al lado de una pequeña cascada de agua.

Me quito los caracoles de encima y me pongo a beber agua sin parar, una gran sensación.

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Ya solo nos quedan 4 km para llegar al alto de Balés y comienzan a aparecer las autocaravanas a ambos lados de la carretera.

El ambiente que se respira es espectacular, sobretodo porque son las 13:00 y todo el mundo está con sus barbacoas a todo gas y nosotros con una triste barrita energética.

No hay nada más «indignante» que te animen desde una silla de playa, con un pincho moruno en la mano y que no te inviten.

Llegamos al alto del Port de Balés, el paisaje es estepario, no hay un solo árbol, el aire sopla y nosotros somos felices.

Las emociones fluyen, te recuperas, lo celebras y disfrutas de ese momento tan especial que solo tú y tu compañero de aventuras puede entender. Ha sido duro, pero mereció la pena.

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Sí algo nos han enseñado estos puertos es a perseverar, a dominar esos pensamientos negativos que te asaltan cuando el sufrimiento es extremo, te falta el aire y cada pedalada se convierte en un auténtico suplicio.

Piensas, ¿quizás esto no sea para mí?, agachas la cabeza, das un trago de agua y sigues adelante, los últimos kilómetros se hacen agónicos, el calor te hace sentir que ardes y no hay suficiente agua para apagar tu sed.

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Bajar, disfrutar y rememorar.

Efectivamente lo has conseguido, has vencidos a tus miedos, has superado tus límites físicos y simplemente eres feliz porque encontraste lo que venías buscando.

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Nos vamos con un gran sabor de boca, hemos sufrido, pero sobre todo hemos disfrutado y hemos hecho real algunos de nuestros pequeños y grandes sueños, quizás no seamos ciclistas profesionales del Tour de Francia, pero el espíritu con el que afrontamos cada reto, sería digno de cualquier maillot amarillo.

::EQUIPAMIENTO